Don Jorge Alessandri Rodríguez
Eduardo Boetsch G.H.
En un día como hoy, 31 de agosto, hace 20 años, dejó de existir don Jorge Alessandri, un hombre que consagró su vida al servicio de Chile. Fue diputado en 1925, senador en 1957 y Presidente de la República entre 1958 y 1964, dejando una obra moral y material inigualable.
Su mayor mérito fue el ejemplo de austeridad, patriotismo, espíritu de sacrificio y honestidad, que inculcó a sus servidores y que se propagó como un incendio a todo el pueblo chileno.
La valorización de Alessandri por el pueblo chileno quedó de manifiesto cuando apareció en "El Mercurio" y "El Diario Ilustrado" una carta abierta, firmada por un millar de obreros, al cumplirse un año de su alejamiento del mando supremo, agradeciéndole la obra realizada y señalando que su ejemplo sería la antorcha destinada a guiar al pueblo chileno a mejores destinos. Fue el inicio de una campaña que obligó a Alessandri a postular nuevamente a la Presidencia en 1970.
¿Por qué se perdió la elección que, según una encuesta de Salas Reyes, contaba, en octubre de 1969, con el 64 % de la intención de voto?
Se ha culpado a la inexperiencia de los independientes para manejar la campaña; a la irrupción del Partido Nacional que politizó la candidatura; al hecho de haber transformado al independiente Alessandri en candidato de la derecha, en definitiva, un sinfín de lucubraciones incapaces de explicar cómo un triunfo arrollador pudo transformarse en una derrota.
Creo que la explicación va por otro lado. En los años 60 surgió en Europa la Revolución de las Flores, que se propagó por el mundo entero. Había estallado la lucha generacional en que los hijos pusieron en tela de juicio cuanto les enseñaron sus padres. Empezaron por vestirse distinto, aceptaron la droga como un derecho, se hicieron partidarios de la libertad sexual y del aborto, que es su consecuencia; en resumen, nació un nuevo estilo de vida y se hizo tabla rasa de las instituciones y legislaciones vigentes. Todos eran revolucionarios y en Chile se enfrentaron la "Revolución en Libertad" de Frei con la de "Empanadas y Vino Tinto" de Allende. Ganó Frei con los votos de la derecha, pero "sin cambiar una coma de su Programa" que contemplaba la destrucción del derecho de propiedad, base de todos los derechos humanos. La modificación del artículo 10 Nº 10 de la Constitución dejó en manos del Estado todo cuanto poseían los chilenos. Fundos y parcelas, casas y departamentos, comercios e industrias, camiones y almacenes e, incluso, los fondos previsionales podían ser expropiados por el Estado, pagando el 1 % del avalúo fiscal, y el saldo con bonos que perdieron su valor. Por eso, Allende no necesitó de ninguna ley en su intento de convertir a Chile en una colonia soviética: Frei le había entregado la herramienta precisa para hacerlo.
Al gobierno marxista no lo botaron los militares. Cayó porque desde el 1 de diciembre de 1971 hasta el 11 de septiembre de 1973 en todo Chile retumbaron las cacerolas vacías; porque en octubre de 1972 los empresarios y trabajadores paralizaron el país, obligando a Allende a llamar a los militares al gobierno para conservar la presidencia; porque la Corte Suprema, la Contraloría y, muy especialmente, el Parlamento -que declaró fuera de la ley al gobierno- pidieron la intervención militar para evitar una revolución que habría dejado un millón de muertos, según palabras del propio Salvador Allende.
Esta verdad histórica hizo que don Jorge Alessandri apoyara con todas sus fuerzas al gobierno de las Fuerzas Armadas; aceptara ser presidente del Consejo de Estado, encargado de dar forma final a la Constitución que nos rige, y solicitarles a sus amigos que se acercaran al nuevo gobierno para entregarle su concurso sin pedir nada a cambio. Julio Philippi, Ernesto Pinto, Enrique Ortúzar, Jaime Guzmán, sólo por nombrar a algunos, pusieron su talento, su laboriosidad y su patriotismo al servicio de un gobierno que transformó a Chile en un ejemplo de naciones.
En todos estos años ni el más exaltado de los extremistas ha osado juzgar a don Jorge Alessandri por su actitud frente al gobierno militar: sería legitimarlo.
En todo caso, no serán los extremistas de ayer, que llamaban a una guerra civil, quienes escriban la historia de Chile entre 1973 y 1990. Lo harán historiadores que evaluarán cómo se encaminaba el país al despeñadero de la dictadura comunista y cómo en 18 años salió del abismo y desplegó sus alas.
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