en la tercera un buen dialogo con Marcelo Brunet
Un debate equivocado y retrógrado (respuesta a Mario Waissbluth)
Don Mario Waissbluth en su columna en 3Blog declama enérgico: "Ricachón: ¡paga más impuestos!" Para él la negativa a subir impuestos sería un ardid para beneficiar a los habitantes de "las repúblicas independientes de Las Condes, La Dehesa, Vitacura y zonas aledañas, mientras los habitantes de los otros 340 municipios del país lo pasan harto peor"
Ustedes podrán adivinarlo: discrepo.
No por dogma, sino por utilidad. Reducirlo al dogma de "Los habitantes de Derechistán opinan que primero hay que crecer y luego redistribuir vía impuestos, en la más pura teoría del chorreo, y los habitantes de Zurdistán opinan que hay que redistribuir" es un espejismo. Subir o bajar impuestos no es bueno ni malo en si mismo –don Mario parece aseverar que subirlos es bueno y bajarlos o mantenerlos sería malo- pero ha demostrado, a lo largo del tiempo, ser bastante poco útil.
Subir o bajar impuestos ha sido, es y seguirá siendo una conveniencia estatal obligada por circunstancias económicas y sociales -que son y serán, como se sabe, siempre cambiantes- y además, una política pública cuyo diseño responde al modelo de sociedad que sus líderes quieren conservar o alcanzar. Al ser una respuesta política a partir de evidencias y no religión o dogmas de fe, no podrá consistir, como quisieran socialdemócratas fundamentalistas, en subir siempre y en cualquier circunstancia los impuestos El Estado, como gestor del plan de nación, propondrá la conveniencia, en un momento dado, de subir, en otro, de bajar los impuestos. Y a quienes, es decir, a cuales empresas o personas, subir o bajar los impuestos.
Aclarado eso, veamos si sirve o no. Mi premisa es que no, al menos hasta que nos demuestren empíricamente lo contrario.
Nunca nadie, ni siquiera don Mario en su columna, me ha dado una buena razón del por qué per se sería conveniente subir impuestos que inhiban la inversión si podemos crear empleos que aumenten el número de contribuyentes, e incluso, en una relación costo-beneficio, Hacienda podrá recaudar más en un corto a mediano plazo; además de la urgencia de recuperar los empleos cuanto antes.
La evidencia económica –advertencia, soy abogado, no economista - dista bastante de ello y es razonable que antes de solicitar nuevos sacrificios a los chilenos que pagamos impuestos (don Mario, el lector y yo, entre muchos, pero muchos otros), se demuestre que el gasto público actual es administrado con la mayor eficiencia y cuidado, respondiendo así al esfuerzo que hicieron las personas para generar los recursos que son gastados por el Estado.
Una adecuada relocalización del gasto es el punto de partida: me imagino que don Mario compartirá conmigo que la evaluación docente permitiría mantener contrato a profesores buenos, y no a los que el Estatuto docente permite salvar. Otro tanto ocurriría si como país reevaluamos la ineficiencia en los hospitales y el gremio de la salud. ¿Para que hablar del inútil gasto en licencias médicas fraudulentas (Tokman 2003) que en los hechos resulta un escándalo y una vergüenza? Ah, y lo que señala don Mario… podemos ser eficientes en salud, pero parece que no tanto: estudios serios indican que el costo de la ineficiencia de 54 hospitales, relativo a sus pares, alcanza a US$ 107 millones (Castro 2004);
Podemos hacer montones de ejercicios de "Chile es más eficiente que Borsetrewasfania", pero lo cierto es que antes de pensar en subir impuestos, deberíamos focalizarnos en concentrar nuestros esfuerzos en cómo gastar mejor lo que hoy tenemos. Y ahí por años hemos tenido falencias.
Pero la razón de fondo por la que no es sano subir la tasa impositiva, se refiere a algo muy sencillo, que aprendí yendo a cumpleaños cuando era chico: si la torta es chica, los trozos de torta por invitado son chicos, dando lo mismo la redistribución de los mismos.
El problema, parece evidenciar el profesor Waissbluth, seria la redistribución de la riqueza. El problema, de verdad, no es el número de ricos ni cuanto ganan ellos. Es cómo lo hacemos para mejorar la condición de los cerca de 800000 chilenos en situación de indigencia. La mera redistribución de una torta pequeña no les dará más trozos a ellos. Figúrense un ejercicio simplista; los 400 millones de dólares de Rockefeller expropiados y divididos entre los 400 millones de estadounidenses solo hacen más pobre a Rockefeller y al resto igual de ¿pobres? ¿ricos?
Al contrario, las recomendaciones de la OCDE, entre muchos otros, pasan por otro carril: el crecimiento pasa por mayor flexibilidad en el mercado de trabajo para poder crear el mayor número posible de empleos y que los empresarios tengan interés en contratar. Ello pasa por incentivar la flexibilidad laboral, aumentar la diversificación de la actividad económica y permitir a las empresas reducir todavía más las indemnizaciones por despido en el caso de los trabajadores con contrato indefinidos, pues la rigidización del mismo segmenta el mercado laboral, con el consiguiente efecto negativo sobre el crecimiento de la productividad, y dificulta la plena inserción laboral de mujeres, jóvenes e inmigrantes.
Por ende, pagar más impuestos no es en si misma la solución. SI don Mario, cantando "el pueblo unido", quiere pagar más impuestos ¡bueno, que pague más impuestos! Pero que no obligue a los demás a hacerlo. Porque, hasta acá, nada demuestra que aquella sea la solución…
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