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sábado, marzo 24, 2018

De Obama a Cambridge Analytica: hemos confiado demasiado en Facebook

INTERNET

De Obama a Cambridge Analytica: hemos confiado demasiado en Facebook

 - Mar 24, 2018 - 16:03 (CET)

No, la campaña de Obama no usó las técnicas de Cambridge Analytica, pero sí que se aprovechó en 2012 de la laxitud de las normas de Facebook. Una confianza dada por el usuario que ahora nos ha mostrado su lado más oscuro.

El escándalo de Cambridge Analytica ha puesto frente al espejo a Facebook por la laxitud con la que durante años parecen haber actuado las compañías a la hora de utilizar los datos que hemos dado a la red social. Pero también ha sido una revelación para nosotros, los propios usuarios, por no pararnos a pensar hasta ahora en las implicaciones que tenían un puñado de likes y utilizar un servicio que, si es gratis, es porque el producto son sus usuarios.

La agencia Cambridge Analytica tuvo acceso a los datos de 50 millones de perfiles de Facebook de los que obtuvo información para hipersegmentar mensajes de propaganda basados en el análisis conductual y psicografías. Para ello se valió en primera instancia de una app en principio banal llamada "thisisyourdigitallife", un test de personalidad en el que participaron unas 250.000 personas que dieron permisos a la aplicación -cuyos objetivos en origen eran puramente académicos-, para que accedieran también a los perfiles de sus amigos.

De ahí salieron los datos de millones de personas que tras ser adquiridos y tratados por Cambridge Analytica se usaron para perfilar y dirigir sus mensajes. Explicado de forma más sencilla, gracias a la cantidad de datos que amasaron, podían acudir a los ciudadanos de una ciudad en concreto, con una ideología y unos intereses concretos y segmentar publicaciones en Facebook de tipo inflamatorio o directamente de fake news para incidir en unas elecciones, como se da por hecho que hicieron en la campaña presidencial de Trump o en el referéndum del Brexit.

El escándalo tiene actores propios para protagonizar en unos años una película en los cines debido a su ligazón con Steve Bannon, líder extremista y mano derecha de Trump hasta hace muy poco, e incluso con Rusia, según destaparon The Guardian o The New York Times..

Sin embargo en los días posteriores el caso de Cambridge Analtyica también ha puesto en entredicho la campaña presidencial de Barack Obama en 2012, la que sirvió para su reelección y que fue aplaudida por su ágil manejo de las redes sociales. Al principio alumbraron esta ligazón medios de extrema derecha en Estados Unidos, y ahora ya se puede leer la misma teoría también en castellano, que se resume que en que Obama usó las mismas técnicas y que mientras a Trump se le torpedea, a él se le aplaudió por su audacia. Las diferencias entre los dos casos sin embargo son notables y en ningún caso se puede decir que la campaña de Obama fuera tan perversa como organizada por Cambridge Analytica, pero sí que nos advierte de lo mucho que [hemos dejado hacer a Facebook con nuestros datos sin apenas percatarnos.

Obama For America, una app revolucionaria que también usó la segmentación

En 2012, el equipo de campaña de Obama se dio cuenta de que buena parte de su electorado, menores de 30 años, no tenían un número de móvil asociado en los listines telefónicos. Sí que estaban sin embargo en Facebook, así que crearon una aplicación donde sus seguidores podían a través de la red social conocer sus últimos mensajes y de forma externa incluso hacer donaciones. Así nació, según relatan en reportajes de la época como el que publicó la revista Time, Obama For America (OFA).

OFA consiguió que cerca de un millón de personas se registraran con Facebook, donde accedía a una plataforma en la que podían pedir su voto por correo, donar dinero o compartir sus discursos. La app accedía también a los datos de los contactos de las personas que se registraban previo aviso, una técnica similar a la usada por Cambridge Analytica, pero con dos salvedades:

  1. Esta petición no estaba disfrazada de un uso académico
  2. No se uso para lanzar mensajes directamente a los contactos.

Aunque, eso sí: sí que se usaban esos datos para saber cuál de nuestros amigos podrían ser más propensos a unirse también a la campaña.

Carol Davidsen, directora de análisis de datos de aquella campaña de Obama, tuiteó tras conocerse el escándalo de Cambridge Analytica varios mensajes sobre cómo funcionaba la herramienta. "Facebook se sorprendió de que tuviéramos acceso a tantos datos, pero no se opuso", comentaba, al tiempo que subió un ejemplo de un mail tipo que se enviaba a los registrados.

En el email la campaña de Obama mandaba un mensaje personalizado a cada usuario y le ofrecía un botón para que invitara a uno de sus amigos de Facebook a unirse también. Ese contacto, por supuesto, era el que pensaban que era el más idóneo para ello.

Jim Messina, quien fuera director de campaña de Obama y que después ha trabajado en campañas en redes con James Cameron e incluso Mariano Rajoy, también salió al paso para explicar en qué consistía su aplicación. "Cambridge Analytica obtuvo sus datos de forma fraudulenta, lavados a través de un investigador que pagó a las personas para instalar una aplicación. La campaña de Obama solo pedía a los votantes que compartieran y con qué propósito. Confundir estos dos casos es engañoso", dijo el asesor en Twitter. Es decir, que según sus palabras, la aplicación de Obama se basó en la fuerza intrínseca que siempre ha tenido Facebook, el difundir un mensaje a tus amigos. Un método similar al envío de cartas o mandar voluntarios de puerta en puerta, pero hecho para redes sociales.

La diferencia fundamental es cómo accedieron a los datos

Foto: Gerd Altmann

La web Snopes, dedicada a desmentir o verificar bulos y mensajes políticos, ha publicado también estos días una extensa recopilación de citas y artículos en los que se concluye que es falso decir que Obama y Cambridge usaran la misma técnica. Aquí también recogen los comentarios que ha hecho en su blog Rayid Ghani, científico jefe de datos durante la campaña de Obama, que hoy trabaja en la Universidad de Chicago. "No construimos ningún modelo complejo (desde luego no el llamado psicográfico) de usuarios de Facebook usando sus datos. La mayoría de los modelos que creamos usaban el archivo de votante disponible públicamente, que contiene información que la gente suele proporcionar al completar sus formularios de inscripción. Construimos modelos para comprender a qué amigos de un colaborador queremos pedirles que se registren para votar y qué posibilidades hay de que el amigo actúe en función de la pregunta", escribía el analista, que además asegura que todo se hacía bajo las normas de Facebook y el permiso de los usuarios.

De esto último no hay ninguna duda, incluso de que lo que hizo la app que proporcionó los datos a Cambridge Analytica fuera legal. Hasta 2015 la API de Facebook -la herramienta que permite a desarrolladores crear aplicaciones o segmentar audiencia para anuncios, entre otras cosas- daba la opción de obtener la información de los contactos de las personas que se registraran en ellas. Tanto la campaña de Obama (2012) como el test de personalidad de Cambridge Analytica (2014) se crearon antes de este cambio.

De hecho Mark Zuckerberg, al romper su silencio tras cinco días después de la noticia, confirmó algo que ya se sabía: Facebook conocía que Cambridge Analytica había obtenido los datos del test de personalidad y les pidió que los borrara, algo que por supuesto no hicieron.

"Inmediatamente les prohibimos que usaran cualquiera de nuestros servicios. Cambridge Analytica afirmó que ya había eliminado los datos y aceptó una auditoría realizada por una empresa que contratamos para confirmarlo. También estamos trabajando con los reguladores mientras investigan qué sucedió", escribió en un post el creador de la red social.

La verdadera diferencia entre una campaña y otra, por lo tanto, está en la forma en que consiguieron los datos, según resume también Politifact, medio que ganó el Pullitzer por implementar el sistema de verificación de datos a frases lanzadas por políticos, y que concluye que decir que "Obama usó los mismos métodos que Cambridge Analytica es una verdad a medias.

La campaña de Obama creó una aplicación de Facebook para que sus seguidores y voluntarios donaran, aprendieran sobre los requisitos de votación y encontraran casas cercanas para realizar encuestas. La aplicación solicitó permiso a los usuarios para escanear sus fotos, listas de amigos y noticias, y la mayoría aceptó. En el caso de Cambridge Analytica, sin embargo, las personas que utilizaron la aplicación de test de personalidad no sabían que sus datos se usarían para ayudar en campañas políticas, ni mucho menos que sus datos serían vendidos.

La moraleja que queda para todos nosotros, no obstante, es clara: lo mucho que hemos permitido que se usen nuestros datos con alegría y sin ninguna preocupación. Aplicaciones tan banales como Farmville, durante años el juego más popular en Facebook, también hacía uso de los amigos de sus jugadores para mandarles invitaciones (como seguramente hayas sufrido en tus notificaciones) hasta que se cambió la API en 2015.

El verdadero fondo de la cuestión es cuántas empresas han podido guardar esos datos, que está claro que Facebook no puede controlar, y qué han hecho con ellos.



Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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Santiago- Chile

Una técnica para aumentar 10 veces nuestra productividad






Una técnica para aumentar 10 veces nuestra productividad

 - Mar 24, 2018 - 5:44 (CET)

El Método de escalas es una técnica con la que se puede incrementar 10 veces nuestra productividad. Acá te decimos cómo llevarla a cabo.

Foto por Cathryn Lavery en Unsplash

Son muchas las técnicas de productividad que existen y lo cierto es que de alguna forma la mayoría de ellas funcionan, si no para todos sí para algunos pues cada persona y profesión tiene sus particularidades. Eso sí, existe una inusitada actividad que toda persona debe realizar para que su mejor técnica de productividad funcione: descansar.

Contrario a lo que se pueda pensar, descansar es la clave para que funcione cualquier técnica de productividad. Estos son algunos consejos para lograrlo.
VONNE LARA  26 JUL. 2017

En esta ocasión hablaremos del "Método de escalas", la cual promete un 10x10. Es decir, 10 minutos de planeación = 10 veces más productividad. ¿Cómo? Allá vamos.

Si bien a muchas personas les basta con tener una lista "to do", muchas de las veces se usa de forma arbitraria: se comienza por la tarea más grande, la que más tiempo lleva o, al contrario, la más sencilla y que no cuesta tanto tiempo y esfuerzo... y a veces menos beneficio. ¿Qué tenemos al final del día? Mucho esfuerzo y pocos resultados o grandes resultados con grandes costes.

El Método de escalas requiere que cada jornada realicemos una lista de las tareas a realizar, la diferencia de esta técnica es que en ella debemos señalar el costo-beneficio de cada una. Es decir, cada tarea tendrá un valor específico que va así:

  • Bajo costo + gran beneficio
  • Alto costo + gran beneficio
  • Bajo costo + menor beneficio
  • Alto costo + menor beneficio

Listas, listas

Foto por Oli Dale en Unsplash

Por supuesto que las tareas marcadas con "bajo costo + gran benerficio" serán las primeras que haremos en el día. Significa que cada una de ellas nos dejará un gran beneficio, puede ser el envío de un email importante, concertar una cita o entregar documentos. Muchas de las veces estas tareas son importantes pero debido a que son "tan sencillas de hacer" las priorizamos muy por debajo de otras creyendo que entre una y otra tarea podremos hacerlas. Si bien es cierto esto último, vale más agilizar las cosas y acabar con esos pendientes que por no resolverlos sólo nos atrasan y, en caso de no hacerlos, el costo será muy alto.

Las segundas tareas en la lista también tienen su hack. Y es que si ya identificamos que implican un alto costo (llámese de tiempos o recursos) lo mejor será partirlas en pequeñas tareas y priorizarlas. Sabemos muy bien que los pequeños avances pero significativos son mucho más importantes que los grandes pasos a costos altísimos (no dormir, no comer, entre otros hábitos que afectan nuestra salud y, a fin de cuentas, la productividad). La planeación de los pasos y acciones para lograr una tarea con altos costos + grandes beneficios es una de las claves de esta técnicapues nos permite ver el panorama completo y ser realistas en las etapas y recursos que nos tomará realizarlas.

Las tareas bajo costo + menor beneficio son aquellas que, además de no poder eludir, nos dan pocos beneficios; sin embargo, no acumularlas y darles su tiempo es lo mejor que podemos hacer. A veces lo que nos abruma y nos quita tiempo valioso es el cúmulo de estas tareas aparentemente poco provechosas. Hacerlas con planeación y a tiempo nos darán una sensación de orden, de tener "aceitada la maquinaria".

Ahora bien, las últimas: alto costo + menor beneficio. Estas tareas son todo un caso por sí solas y, de nuevo, muchas veces no podemos eludirlas pero con la agravante de que nos traen pocos beneficios. Lo más importante aquí es identificarlas. Y es que tal vez ni siquiera nos hemos dado cuenta del mínimo beneficio que nos dan, esto nos ayudará a buscar soluciones, tales como: delegar, automatizar, pagar un servicio, en fin, una solución; quien sabe y esto podría ser el fin de tareas poco provechosas en nuestras listas diarias.

Así pues, una vez realizado nuestro esquema podemos planear las jornadas. Con este esquema dedicaremos el tiempo adecuado a cada tarea y estaremos seguros de estar avanzando directo a nuestros objetivos. Lo ideal es realizar el esquema a diario, tomarnos 10 a 15 minutos antes de hacer cualquier cosa, esto nos dará un panorama amplio y efectivo. Buena suerte con esta técnica, esperamos que efectivamente tu productividad se multiplique al 10




Saludos
Rodrigo González Fernández
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Facebook: de la ingenuidad a la estupidez

Facebook: de la ingenuidad a la estupidez

IMAGE: Gilc - 123RF












Muchos me habéis pedido mi opinión sobre el último gran escándalo que ha afectado a Facebook, con caída de los mercados, responsabilidades judiciales y portada de The Economist incluidas, así que aquí va. Y es que la cosa suena a auténtica trama de película de espionaje: un investigador de la Universidad de Cambridge que trabaja en temas relacionados con la manipulación social y psicológica de votantes, con algunos vínculos difusos con la Universidad de San Petersburgo, que es localizado por un millonario ultraconservador que financia a una oscura compañía que, con engaños y métodos como mínimo éticamente reprobables, se convierte en un arma fundamental para nada menos que llevar a la Casa Blanca a un candidato tan poco probable y disfuncional como Donald Trump.

¿Perdón? ¿De qué hablamos? ¿Se trata acaso de algún tipo de ataque sofisticadísimo, de una filtración de datos sin precedentes o de la explotación de alguna vulnerabilidad desconocida que permitió a esa compañía robar los datos personales y trazar complejos perfiles psicológicos de cincuenta millones de norteamericanos, con entre tres mil y cinco mil datos sobre cada uno de ellos? (sí, existen tantos datos sobre ti… y puedes comprobarlo bajándote e inspeccionando lo que Facebook ha recolectado en el tiempo que llevas usándolo) Pues no, me temo que no. Hablamos de algo completamente normal, que lleva pudiéndose hacer en Facebook sin demasiados problemas ni limitaciones desde prácticamente los inicios de su actividad publicitaria. Utilizar un aparentemente trivial quiz, de esos pasatiempos que millones de ignorantes contestan todos los días en la red social para supuestamente saber algo más de sí mismos y compartirlos con sus amigos, para conseguir acceso a tantos perfiles como amigos tienen esos incautos. En realidad, lleva haciéndose desde la época de las aplicaciones de juegos, desde los FarmVille, los MafiaWars o los PetSociety, si no antes. Algo que Facebook, por mucho que ahora pretenda redefinirlo como "platform abuse", ha permitido de manera perfectamente consciente, como parte de una estrategia destinada a convertirse en el mejor francotirador del mundo, en el más acertado, en el que más sabe de sus usuarios. El problema no está en que Cambridge Analytica, Robert Mercer o Alexander Nix sean perversos genios del mal, sino en que la mismísima API de Facebook permite a terceras partes no solo acceder a tus datos con el simple permiso que otorgas para hacer un estúpido quiz, sino que, además, permite el acceso a los perfiles de todos tus amigos. Con simplemente 270,000 personas que rellenaron el quiz, muchos de ellos trabajadores pagados del Mechanical Turk de Amazon que ofrecieron acceso a sus perfiles personales incumpliendo las condiciones del servicio, la compañía obtuvo acceso, suponiendo una media muy conservadora de 185 amigos por usuario, a los perfiles de casi cincuenta millones de usuarios. Genial.

No, el problema no está en crear una plataforma gratuita para que los usuarios compartan información y detalles sobre su vida con sus amigos y conocidos. Esa función, si no la hubiese desarrollado Facebook, habría que inventarla: creo sinceramente que el mundo es mejor cuando puedo ver las fotos y vídeos que mis amigos ha subido de sus vacaciones en un par de clics, cuando mi madre es capaz de saber en qué ciudad del mundo estoy ese día y hasta qué o dónde he comido sin moverse de su casa en La Coruña, o cuando puedo no perder el contacto con aquel ex-compañero de Jesuitas al que apreciaba y del que, de otra manera, me costaría saber por dónde anda. El problema tampoco está en financiar esa actividad con la publicidad, particularmente si esa publicidad no resulta especialmente molesta, no canta, no se mueve y no recurre a tácticas estúpidas e insostenibles para llamar mi atención. El problema surge cuando la compañía que hace esto permite, sin aparente supervisión, que una serie de terceros cada vez más sofisticados perviertan el uso de su plataforma, obtengan datos de millones de personas, y la conviertan en una herramienta de manipulación para cualquier fin.

El problema surge cuando eres consciente de esos usos, pero aún así, no excluyes a quienes lo llevan a cabohasta el día en que un fenomenal trabajo periodístico de The Guardian, The New York Times y Channel 4 consigue sacarlo a la luz. Facebook sabía perfectamente lo que Cambridge Analytica estaba haciendo desde hace más de tres años (posiblemente con la excepción del uso de datos académicos para fines lucrativos), pero se dedicó conscientemente a restarle importancia y a no hacer nada con el fin de no perjudicar su negocio publicitario, o incluso a amenazar a las publicaciones con llevarlas ante los tribunales. Tanto los procedimientos que supuestamente obligaban a Aleksandr Kogan o a Cambridge Analytica a destruir los datos obtenidos de manera abusiva y la interrupción de su acceso a la plataforma fallaron completamente, y no solo fallaron: se convirtieron en una patética prueba de la ingenuidad de toda una compañía y de sus responsables. 

No, investigar con datos generados por la actividad de los usuarios en Facebook no es malo. Nos permite aprender sobre nuestra sociedad y desarrollar todo tipo de herramientas interesantes, que nos lleven a conclusiones de todo tipo y nos permitan desde prevenir el suicidio hasta definir mejor el acoso o el abuso, o entender las formas en las que la información es difundida a través de la red. La solución al problema de Facebook no es ahora interrumpir todo acceso masivo a sus datos, sino más bien lo contrario: dar más acceso a los investigadores, pero con mejores controles y transparencia total sobre su actividad. El acceso a los datos de Facebook no es ni puede ser bajo ningún concepto una barra libre para el que paga, y aquí, claramente, lo han sido. Facebook no ha vendido los datos de nadie, pero ha dado acceso a un tercero con evidentes malas intenciones a una serie de perfiles con una información detalladísima sobre sus vidas, sus preferencias, sus actitudes…

El problema de verdad surge cuando la ingenuidad se convierte en estupidez, cuando no eres capaz de entender que esos accesos a datos de tu plataforma no son para un uso académico, sino con un propósito completamente diferente. Que de alguna manera, el hecho de que cualquier amigo nuestro haga un inocente quiz en Facebook conlleve que terminemos siendo objeto de publicidad electoral y de noticias falsas para intentar cambiar el sentido de nuestro voto, basadas en datos completamente privados sobre aquello que nos gusta o nuestras reacciones a todo tipo de cosas, es un salto conceptual impresentable, inconcebible y, sobre todo, gravísimo. Es una irresponsabilidad y una falta de transparencia de tal magnitud con el usuario, que merece sanciones sustantivas y que posiblemente justifique el que deba ser objeto de regulación. Si por el hecho de tener un amigo al que le gusta hacer quizzes estúpidos puedo terminar así porque Facebook no solo lo permite, sino que no hace nada para evitarlo, te digo yo lo tranquilo que me voy a sentir compartiendo cualquier cosa, incluso la más trivial, en Facebook. Cuando unilateralmente se rompe la confianza, mantener esa confianza desde el otro lado puede llegar a resultar temerario o incluso estúpido, y eso afecta tanto a Facebook con compañías como Cambridge Analytica y las que puedan venir detrás, como a Facebook con sus usuarios. La ingenuidad tiene límites para todos. 

Lo que Facebook ha cometido es una culpa in vigilandoal no haber vigilado de forma adecuada, otra persona o compañía ha producido un daño, daño cuya responsabilidad civil debe asumir aquel que faltó claramente a su deber de vigilancia. Si algo permite entender la cándida entrevista de Mark Zuckerberg con CNN y la entrada que ha escrito en su página es que su conclusión es tristemente correcta: hubo una ruptura de la confianza entre Aleksander Kogan con Facebook cuando proporcionó los datos a Cambridge Analytica, pero hubo otra ruptura, posiblemente mucho más grave, de la confianza entre Facebook y sus usuarios. La primera, como ya he dicho, puede haber estado en algún punto entre la ingenuidad y la estupidez. Pero la segunda, si no se hacen enormes y visibles esfuerzos para corregirla desde lo más básico, podría llegar a significar el fin de la compañía. Y no habrá sido por falta de avisos. 

 

 

 

This post is also available in English in my Medium page, "Facebook: from naivety to stupidity



Saludos
Rodrigo González Fernández
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