Del "bachiller Puigdemont" al (presunto) "chorizo Puigdemont"
Cuando salía de la prisión, Carles Puigdemont ha comentado que "ha llegado la hora del diálogo". Uno, que escribe sobre Cataluña y el procés desde hace años, piensa: ¿Dialogar sobre qué? Ahora que el independentismo está en su momento más bajo, ahora que, sea por rebelión, malversación --eso que podríamos llamar chorizar--, están a punto de acabar en la cárcel. Ahora que hasta el juzgado alemán más indulgente ha considerado que no hay persecución política: ¿Diálogo?
Seamos sinceros, si sólo fueran esos puntos citados, podríamos hablar de revanchismo. Pero es que hay más. Puigdemont y su tropa no sólo han delinquido --presuntamente--, sea como rebelión, sedición, malversación o choriceo, sino que sobre todo han destrozado Cataluña para años. Han hundido su economía. Han hundido la marca de Barcelona --eso gracias a la peor alcaldesa de la historia de la ciudad, la señora Colau--. Han enfrentado a familias, a amigos. En definitiva, han hecho un daño incalculable a todos los catalanes, y por ende a todos los españoles.
Esa "organización criminal" --cita con permiso de la juez Lamela-- sabe que ahora necesitan dialogar porque es su última esperanza. No sólo han perdido la calle, ya en mano de los radicales, sino, peor aún, han perdido su forma de vida. La mayoría viven de la política y de todo un mundo satélite a su alrededor: prensa, cargos, funcionarios... Una forma de vida prácticamente feudal donde el territorio estaba a su disposición, violando los derechos de todos aquellos que no comulgaran con su fe.
A las organizaciones criminales, como a los fascismos, no se las combate desde el diálogo sino desde la firmeza
Y quizás muchos no estén de acuerdo, pero a las organizaciones criminales, como a los fascismos, no se las combate desde el diálogo sino desde la firmeza. Personalmente no he entendido el follón de la audiencia alemana. Seguramente se han extralimitado en el fondo, y para esos están los recursos. Pero si uno analiza lo escrito destacan tres aspectos fundamentales: el primero es que niega la persecución política a Puigdemont; el segundo es que habla de violencia, aunque entra en una escala de valores que algunos entendemos no ha lugar; y el tercero, no menos importante, es que abre la puerta, de forma grande, a la malversación de dinero público de Puigdemont.
Es decir, ni preso político, ni no violento. Simplemente un presunto chorizo que se fugaba por Alemania. Y, la verdad, dialogar con alguien con ese perfil se hace difícil en democracia. Si sumamos, además, el daño económico y moral a Cataluña, aún es más complicado. Algunos pensábamos que el expresidente pasaría a la historia como "el bachiller Puigdemont"; ahora, gracias a Llarena y a la audiencia alemana, debería sonar con más fuerza "el (presunto) chorizo Puigdemont". Y qué quieren que les diga, en ciertos países no hay nada peor que un político chorizo... perdón, de momento, presunto chorizo.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile
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