LOS DILEMAS DEL FEMINISMO
Empoderamiento e inteligencia
- ESCRITO POR GRACIELA QUINTANA
- PUBLICADO: LUNES 13 DE AGOSTO DE 2018 - 06:50:09 H
- Como cualquier poder que se ejerza sobre otros, el de las mujeres está sometido al imperativo de justicia y al principio de racionalidad. La inteligencia en libertad, aquella que se anima a denunciar la estupidez de los de su misma especie, es una forma de alcanzarlos.
Casi la mitad del mundo ve con buenos ojos la creciente influencia de la mujer en los asuntos que conciernen a todos y que hasta hace poco parecían reservados para los hombres. La otra mitad del mundo dice ver todo el asunto con buenos ojos; un poco para quedar bien con las féminas, otro poco para no ir contracorriente. Es decir, no son demasiado sinceros.
Desde luego que es buena noticia que las mujeres, en general, se sientan -como dicen ellas- «empoderadas». Pero este empoderamiento debe entenderse de las mujeres como colectivo o como conjunto, más que como un empoderamiento individual o particular, pues aunque el género haya hecho significativos progresos (lo que es muy bueno), los individuos que a él pertenecen todavía están desafiados a demostrar su valía, más o menos de la forma en que se ha venido haciendo siempre; es decir, acreditando inteligencia, capacidad de hacer o las dos cosas. Solo si se poseen estas dos cualidades alguien puede sentirse legítima e individualmente «empoderado».
Aunque es mayor el número de mujeres inteligentes que el de hombres y el grado de inteligencia promedio es superior entre las primeras que entre los segundos, según lo ponen en evidencia muchas mediciones, no se puede negar que hay hombres imbéciles y con pocas luces, así como no se puede afirmar que todas las «empoderadas» sean unas luminarias.
Las hay muy brutas (como los hay muy brutos), y esta constatación, más que disminuir su humanidad, en todo caso la confirma. Los seres humanos somos así (brillantes, menos brillantes y hasta nulos), con independencia del sexo que portemos, entre las piernas o en nuestro carnet de identidad.
Así pues, mientras las empoderadas inteligentes están cambiando el mundo a velocidad de vértigo, con valentía y astucia, las otras, a las que Dios puede haberles dado «power»pero no «enlightenment» creen que cambiando el lenguaje (inventando palabras, sufijos o conjugaciones) van a lograr lo que las inteligentes están consiguiendo con argumentos un poco más sólidos y herramientas bastante más serias.
Seguramente no van a cambiar el mundo aquellas que se han inventado el verbo «maternar» ni las que creen que cambiando por ees las aes y las oes de sustantivos y adjetivos van a lograr un mundo más justo, más condescendiente con las mujeres y menos violento.
Si, como todo el mundo supone, ha sido la inteligencia de las mujeres inteligentes la que le ha dado la vuelta a la tortilla y está ganando la batalla, probablemente sea la estupidez de algunas la que esté haciendo que el triunfo definitivo se retrase. Es lógico pensar que, en su lucha, el feminismo no distinga entre las mujeres, ni por su belleza, ni por su capacidad económica, ni por su orientación sexual, ni por su forma de pensar, ni por su inteligencia. Al fin y al cabo, la igualdad es su meta.
Pensar que en el variopinto universo femenino todo es bueno, todo es bonito, noble, leal y bienintencionado, o que donde hay una mujer solo impera la razón y el intelecto, es tan absurdo como pensar todo lo contrario del universo masculino, en donde -según algunas- reina lo absurdo, lo perverso, lo cavernario y lo violento. Si las reivindicaciones femeninas exaltan tanto la igualdad como la diversidad, sensato es pensar que así como el empoderamiento es un fenómeno horizontal, que beneficia por igual a una amplia categoría de personas, la inteligencia, que dispara picos hacia arriba y horada valles hacia abajo, es la que nos permite distinguir puntualmente entre unas y otras empoderadas, para en todo caso impedir que sean las menos dotadas entre ellas las que nos impongan -a mujeres y hombres- su particular visión del mundo.
Como cualquier poder que se ejerza sobre otros, el de las mujeres está sometido al imperativo de justicia y al principio de racionalidad. Y la inteligencia en libertad, la que se anima a denunciar la estupidez de los de su misma especie, es una forma de alcanzarlos.
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile
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