Mariana Martínez Columnista, BBC Mundo |
China es un gigante que se ha despertado con fuerza y como tal, no sólo preocupa a la comunidad internacional con la posibilidad de inundar los mercados mundiales con sus productos de bajo costo, sino también a las autoridades de Pekín, quienes temen que la economía esté creciendo demasiado rápido.
Los temores no son infundados. En los últimos tres años, la economía ha crecido a una tasa promedio anual del 10%, crecimiento que la ha ubicado como la cuarta economía del mundo después de Estados Unidos, Japón y Alemania.
Sólo en 2005, el Producto Interno Bruto (PIB) de China registró un crecimiento del 9,9%, para ubicarse en los US$2,26 billones.
Y, más aún, en el segundo trimestre del año, la economía china ha mostrado un crecimiento del 11,3%, la cifra más elevada de la última década.
Si bien a simple vista este espectacular crecimiento podría causar la envidia de cualquier ministro de economía del mundo, lo cierto es que también puede darle rienda suelta a la inflación y con ello, erosionar los bolsillos de la población, y al mismo tiempo, causar un exceso de producción.
Inflación y sobreproducción
El problema radica en que el crecimiento chino sienta sus bases básicamente en sus crecientes exportaciones y la inversión en activos fijos, tales como propiedad, fábricas o maquinarias (bienes de capital).
Esto no hace más que alentar los temores sobre la ineficacia de la plataforma industrial china, debido a que las empresas chinas producen cada día más pero con una mayor cantidad de bienes de capital.
Lo que preocupa a las autoridades de Pekín no es sólo la ineficiencia, sino también que esta excesiva inversión en activos fijos derive en un exceso de producción. Y que estos productos no sean absorbidos en su totalidad por los principales socios comerciales de China, ente los que se encuentra Estados Unidos.
Con sólo que Estados Unidos crezca un punto porcentual menos a lo esperado este año, la economía China estaría en aprietos para colocar su excesiva producción.
A esto se suma la enorme presión que ejerce esta sobreproducción en los recursos naturales chinos y que podría causar un agotamiento de los mismos.
Objetivo: frenar el crecimiento
Ante estos temores las autoridades de Pekín han comenzado a poner en marcha una serie de medidas destinadas a frenar el exceso de liquidez y la proliferación del crédito, y por ende, el exceso en la producción.
El objetivo es hacer que la inversión en activos fijos se vuelva mucho más difícil en China.
Entre las medidas se encuentra la suba que el Banco Central ha aplicado al coeficiente de caja de los bancos comerciales, que ha subido 1,5 puntos desde junio, a 8,5%.
La idea es que los bancos comerciales dispongan de menores fondos para prestar a sus clientes, lo que disminuye la disponibilidad de crédito en el mercado, y por ende, la inversión en activos fijos que los empresarios pueden concretar.
El banco también elevó sus tasas de interés por segunda vez en el año, en un 0,27%, ubicando la tasas preferencial de préstamos a un año en 6,12%, mientras que elevó la tasa de interés de depósitos a un año en 0,27% a 2,52%.
Esta medida busca desincentivar a los sectores de la construcción y crediticio, haciendo más caro el acceso a los préstamos, así como también reducir la liquidez o disponibilidad del dinero, al alentar la tasa de interés de los depósitos (para que los inversores opten por depositar en lugar de invertir).
Según datos de Pekín, esta medida ya ha comenzado a dar tímidos frutos, debido a que se ha registrado una ligera ralentización de la tasa de crecimiento en activos fijos en julio, aunque aún mantiene un crecimiento superior al 30% en los últimos siete meses.
¿Una buena noticia?
Que China busque frenar su crecimiento acelerado es una buena noticia para Estados Unidos y, en parte, para Latinoamérica.
Estados Unidos mantiene un abultado déficit comercial con el dragón chino (compra más de lo que le vende) que se acentúa, en parte, por la devaluada moneda china, el yuan, (lo que vuelve más competitivos o atractivos a sus productos en los mercados internacionales).
Un crecimiento menos acelerado de China, gracias a tasas de interés más altas, elevaría el costo de producción de los productos de exportación. Esto le daría un alivio a sectores que reclaman haberse visto afectados por la avalancha de productos baratos "made in China", que van desde la industria textil, hasta la fabricación de calzado y juguetes en Estados Unidos.
Para Latinoamérica, que China frene su crecimiento podría significar una menor demanda por materias primas (la que ha crecido fuertemente en los últimos años), pero también una reducción en el volumen de productos de bajo costos (fundamentalmente textiles) que ingresan a los mercados.
Es por eso que, sin dudas, un crecimiento menos abultado y más saludable por parte de China, ofrecería un respiro no sólo a las autoridades de Pekín, sino también a lo largo y ancho del planeta.
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