Monocromía en un mundo de colores
Estos últimos días he tenido la oportunidad de observar de cerca la salida de los alumnos de dos centros educativos. Dos centros situados a escasos diez metros uno del otro pero con un hecho diferencial: uno era público y otro era concertado. El primero lleno de etnias y ropas de colores. El segundo, ellos con sus pantalones de colores oscuros y polo mientras que ellas llevaban esa faldita a cuadros que tanto recuerda a modelos de antaño. Eso sí, en este último caso todos bien blanquitos. Un color que, por sus tonalidades, en el público brillaba por su coexistencia con tonos más oscuros.
Un centro monocromo que, supuestamente no segrega (y por ello la ausencia de tonalidades) y otro lleno de colores. Unos colores que, curiosamente, son los mismos que se encuentran en la calle. Unos colores que por su brillo y luminosidad característica hacen que sea maravilloso pasear por todos los rincones de nuestros pueblos y ciudades. Colores fantásticos donde se mezclan los amarillos, fucsias, rojos y marrones. Colores que hacen hervir la sangre. Colores cuyo significado escapa a los que sólo están acostumbrados a ver sus vidas en blanco y negro.
Educar en entornos cerrados es muy peligroso. Más aún cuando esos entornos entroncan frontalmente con la realidad de fuera de las vallas, cada vez más altas, de los centros educativos. Entornos opacos, sin luz y demasiado homogéneos dentro de la heterogeneidad que ha supuesto la globalización. Familias que buscan una educación basada en un escaso arco cromático. Familias que renuncian a las maravillas del multicolor.
La lluvia no huele igual para todos. Los paisajes no saben a lo mismo. La protección contra un entorno cambiante y lleno de matices llega un momento en que desaparece. Esa desaparición hará muy dura la caída para más de uno. Una caída de la que los "grises" no enseñan a superar.
Una mente brillante no es aquella que saque mejores notas en el examen. Ni tan sólo la que se sabe a los dos años todas las letras del alfabeto. Ni la que con cuatro sabe sumar y restar. Una mente brillante es aquella que se adapta al entorno. Una mente brillante es aquella que es capaz de captar todos los tonos de color y utilizarlos a su antojo. Una mente brillante es la que ve la realidad más allá de lo que se vende como real.
Me gustan los colores. Me gusta aislarme del blanco y negro para observar todo en su justa medida. Es bueno disfrutar de lo que hay. Disfrutar con la gente. Disfrutar con los olores. Disfrutar sin red de seguridad para hacerse uno rápidamente autónomo. Autónomo y multicolor. A eso se le llama Escuela Pública. Esa es la Escuela que tanto quiero (por lo que es y por lo que significa).
Saludos
Rodrigo González Fernández
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