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Joaquín Garralda, Secretario de
El impulso que experimenta la empresa para esforzarse en exhibir una cara más humana, tiene varios orígenes y son quizá los grandes escándalos financieros los menos importantes, aunque hayan sido los más utilizados como causa del cambio de comportamiento. Puede que ayudaran siendo "la gota que colma el vaso", pero no han sido la razón de un "desbordamiento" que ha influido en muchos aspectos.
La eficacia mediática del movimiento antiglobalización, es quizá el principal catalizador de muchas reacciones en cadena que se produjeron en los últimos años del siglo pasado y los principios de éste. Entendiendo este movimiento de difusos contornos, como el aglutinador de muchos otros movimientos --sociales, ambientales y políticos-- surgidos en años anteriores, como consecuencia de los avances de los procesos de internacionalización de las grandes compañías y de la globalización del sistema financiero mundial. Todo ello en un contexto de debilidad política y jurídica en muchos países en desarrollo, --que les dificultaba poder equilibrar las repercusiones de las acciones de las empresas,-- y de sensibilidad social en los países desarrollados, donde estas empresas multinacionales residen y obtienen una parte importante de sus ingresos.
No es el objetivo de este artículo analizar los matices del proceso de globalización y el fundamento de los enfoques que hacen resaltar los males o los beneficios que produce, sino contrarrestar las opiniones escépticas que sólo ven como "relaciones públicas" las acciones que están acometiendo las empresas en materia de Sostenibilidad o de Responsabilidad Corporativa.
Es evidente que en muchos casos es así, que las "iniciativas sociales" son más "estéticas que éticas", pero no por unos casos vayamos a negar la existencia de un proceso de cambio en marcha, que va a afectar a muchas empresas.
Este escepticismo generalizado en muchos entornos, puede ilustrarse con la idea sugerida en el título del artículo. Sin embargo, es necesario hacer alguna precisión para entender el mensaje de éste. La palabra 'Utopía' que se incluye en el título está con mayúscula porque se refiere al nombre de la isla imaginaria que Tomás Moro utilizó para hablar de una sociedad ideal y que dio título a su obra.
Esta misma palabra en minúsculas --'utopía'-- es la acepción genérica que ha quedado en muchos idiomas como definición de una situación especial, sobre la que se va a profundizar a continuación.
Muchas personas asignan a utopía el significado de un objetivo a alcanzar, deseable por tanto, y aunque no haya sido real hasta ese momento, es alcanzable en una situación óptima. Es decir plantean la utopía como algo real que si ponemos suficiente empeño, lograremos en algún momento dado.
En el otro extremo se sitúan los que consideran una utopía como algo no sólo irrealizable, sino también ingenuo, imaginario y que hasta induce a engaño. Aplicado a la "empresa ciudadana", el primer enfoque parece optimista y el segundo es bastante desesperanzador. Más adelante clarificaré mi posición.
Si atendemos a la obra literaria --en mayúscula-- que ha dado origen a la palabra, apreciamos que las descripciones de las costumbres de la isla que hace Moro, a veces son claramente imaginarias y en clave humorística y otras veces son evidentes críticas a las condiciones sociales de su isla --el Reino Unido.
Incluso algunas prácticas que se citan en
¿Cómo podemos unir esta mezcla de enfoques --imaginación y opinión crítica-- en un discurso coherente que se aplique a la empresa? Utilizando la cita incluida en el Estudio Preliminar a la obra de Tomas Moro, de Antonio Poch: "Según una bella metáfora de Mauricio Hauriou, la marcha hacia el ideal es como la navegación hacia la estrella, que, aunque inalcanzable, determina y orienta el rumbo sobre las aguas que se surcan".
Utilizando esta metáfora para ilustrar mi punto de vista sobre el papel de la empresa ciudadana, entiendo que no se trata de que la empresa olvide el interés del accionista, para dedicarse a mejorar las condiciones del resto de los grupos de interés (viajar a la estrella), sino de incluir este nuevo punto de referencia --esta nueva estrella-- en las mediciones que hace la dirección de la empresa para navegar, porque así determinará mejor los rumbos que evitarán arrecifes y tormentas, que puedan hundir el barco.
En otras palabras, no debemos considerar que la empresa tiene que asumir papeles idealistas que no le corresponden, sino que debe incluir nuevas referencias que en unos contextos son claves para su sostenibilidad futura. ¿En qué contextos? Esta es la base de la investigación que desde el Centro de Responsabilidad Corporativa PwC -IE estamos tratando de sistematizar.
Para ello, se distinguen aquellos parámetros atribuibles a los países en los que se opera, de los parámetros específicos de los sectores donde se compite. El resultado perseguido es suministrar un modelo para poder realizar un profundo análisis estratégico que incluya
Finalmente, utopía es una palabra griega que significa "en ningún lugar". ¿Quiere esto decir que la empresa ciudadana está en ningún lugar? ¿Qué no puede existir? Moro utilizó este término griego, por las posibilidades de juego que le daba la similitud con el otro término griego "eutopía", que significa "en el mejor lugar". Por ello, podemos concluir que las empresas que se orienten incluyendo esta nueva estrella, es probable que alcancen la isla Eutopía. Quizá hubiera sido mejor utilizar el título: La empresa ciudadana como Eutopia, pero entonces no hubiera sido posible este artículo.
RSE: un interesante articulo que recomendamos , saludos Rodrigo González Fernández, respsoem.blogspot.com
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