Elecciones 2008: Resultados lógicos y razonables
Rajoy y el comité del PP se reúnen hoy para analizar las elecciones y construir el futuro de la derecha. Ahí les va un buen consejo gratis: no se trata tanto de dilucidar si Mariano debe irse o quedarse como de cambiar de estrategia para el futuro y dedicarse no tanto a destruir al adversario político como a atraerse y convencer al electorado con propuestas e ideas ilusionantes. Deben reconocer no tanto el fracaso de una persona (Rajoy), que es un político valioso, sino el de una estrategia que se ha centrado en la descalificación y el acoso a los adversarios, olvidándose que la buena democracia exige, antes que nada, cautivar al electorado.
Las elecciones generales de 2008 han aclarado bastante el panorama político español, donde se debilitan los nacionalismos, desaparecen los partidos pequeños y quedan frente a frente los dos grandes bandos: marxistas y liberales.
Los resultados electorales han sido justos y esclarecedores. Cada uno tuvo algo parecido a lo que merecía: el PP, con su pesimismo torpe, no fue capaz de derrotar a un PSOE que, dirigido por un Zapatero errático y peligroso, sólo podía ofrecer talante; el PSOE, cuyo liderazgo durante los cuatro últimos años fue traumático e inquietante, no fue premiado con una mayoría absoluta que, frente al triste PP, parecía fácil; Izquierda Unida fue laminada porque lo que ofrecía (más izquierda) era una mercancía prescindible que ya ofrecía el PSOE en cantidades más que suficientes; los nacionalistas de izquierda retroceden porque habían perdido el norte y llegaron con sus reivindicaciones más lejos de lo que el pueblo español estaba dispuesto a soportar; los nacionalistas históricos, vascos y catalanes (PNV y CIU) supieron resistir el durísimo ataque bipartidista; en Andalucía, los nacionalistas (Andalucistas) fueron expulsados del Parlamento porque se habían convertido en un PSOE o un PP, pero en pequeño y en versión cutre, incapaz de ofrecer nada que interesara al electorado andaluz; UPyD consiguió un escaño, el que el pueblo le ha dado para que construyan un gran partido nacional y planteen un asunto de gran importancia que sólo Rosa Díez puede plantear en el Parlamento: el de la urgente regeneración de la democracia española.
La derecha ha demostrado tener un techo altísimo, pero insuficiente para derrotar a la izquierda. Si quiere la victoria, tendrá que incursionar hacia dos territorios casi vírgenes que les esperan: el moderado centro sociológico y la regeneración de la democracia.
El PP debería reflexionar sobre dos enseñanzas cruciales: la primera es que esta vez han perdido en buena lid, sin terroristas que vuelen trenes y conmocionen al electorado con abundante sangre inocente; la segunda es el significado profundo que encierra la victoria socialista en Cataluña y el País Vasco, donde, contrariamente a lo que afirma la propaganda de la derecha, el nacionalismo radical crece cuando gobierna el PP y merma cuando gobierna el PSOE, un partido que emerge de estas elecciones como el único con capacidad de vertebrar el Estado en todos los territorios de España.
La mayor paradoja del 9 M es de una gran dureza para la derecha: el mejor antídoto frente a males como Carod Rovira, Batasuna y otros nacionalismos ultras no es Aznar o Rajoy sino Zapatero, que les practica el abrazo del oso, los neutraliza y los diluye.
Las elecciones generales de 2008 han aclarado bastante el panorama político español, donde se debilitan los nacionalismos, desaparecen los partidos pequeños y quedan frente a frente los dos grandes bandos: marxistas y liberales.
Los resultados electorales han sido justos y esclarecedores. Cada uno tuvo algo parecido a lo que merecía: el PP, con su pesimismo torpe, no fue capaz de derrotar a un PSOE que, dirigido por un Zapatero errático y peligroso, sólo podía ofrecer talante; el PSOE, cuyo liderazgo durante los cuatro últimos años fue traumático e inquietante, no fue premiado con una mayoría absoluta que, frente al triste PP, parecía fácil; Izquierda Unida fue laminada porque lo que ofrecía (más izquierda) era una mercancía prescindible que ya ofrecía el PSOE en cantidades más que suficientes; los nacionalistas de izquierda retroceden porque habían perdido el norte y llegaron con sus reivindicaciones más lejos de lo que el pueblo español estaba dispuesto a soportar; los nacionalistas históricos, vascos y catalanes (PNV y CIU) supieron resistir el durísimo ataque bipartidista; en Andalucía, los nacionalistas (Andalucistas) fueron expulsados del Parlamento porque se habían convertido en un PSOE o un PP, pero en pequeño y en versión cutre, incapaz de ofrecer nada que interesara al electorado andaluz; UPyD consiguió un escaño, el que el pueblo le ha dado para que construyan un gran partido nacional y planteen un asunto de gran importancia que sólo Rosa Díez puede plantear en el Parlamento: el de la urgente regeneración de la democracia española.
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Rodrigo González Fernández
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