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lunes, julio 03, 2006

¿ESTAMOS NEGANDO LA GRACIA?

JUAN MANUEL BLANCH, DECANO DE DERECHO: LAS FAMILIAS CATÓLICAS SON LAS SEMILLAS DE UN MUNDO NUEVO

Opinión valiosa de importante  hombre de derecho

 

El Decano de la facultad de Derecho del CEU, en un momento de su intervención

 

El Papa posee unas cualidades de humildad, sencillez y de valentía, mostradas desde el principio. Mostradas, por ejemplo, en su Encíclica «Deus Caritas est». Un jurista hablando del amor provoca sonrojo y, sin embargo, es necesario analizarla porque sus palabras eran palpitantes. Amor como «eros» y amor «agape». Afrontar la acusación de Nietzsche, según la cual el cristianismo inoculó un veneno en el «eros» para convertirlo en vicio, es muy audaz por parte del Papa. Porque, ¿quién no ha pensado en la sociedad moderna que el cristianismo es un cúmulo de preceptos morales, órdenes o prohibiciones que encorsetan al fiel? Es una acusación muy frecuente. Y esto tiene que ver con el Derecho.

 Las leyes actuales se apoyan en una concepción del mundo que tiene dos coordenadas: el utilitarismo y el relativismo. Y estas, a su vez, se pueden subsumir en una actitud laicista, no laica. En todo caso, la tradición jurídica de Europa es algo de lo que Europa debería sentirse orgullosa y sin embargo parece que los vientos soplan en contra también en esto. Tradición que es romana y canónica. Cuando en la exposición de motivos de la Ley 13/2005, en materia de derecho a contraer matrimonio, se lee: «La regulación del matrimonio en el Derecho Civil contemporáneo es reflejado en los modelos y valores dominantes en las sociedades europeas y occidentales, y su origen radica en el Código Civil francés de 1804», uno se queda perplejo. Porque existe la Universidad para evitar esta invitación al adocenamiento intelectual al que nos conduce la voluntad del legislador. Está claro por qué se cita al Código Civil francés: es la teoría contractualista del matrimonio. Si se ahondara más, se sabría que el consentimiento es la base del matrimonio desde Roma. Los romanos no se andaban con medias tintas, y decían que «Nuptias non concubitus, sed consensus facit», es decir, que el matrimonio no lo hace el trato carnal, sino el consentimiento. Y esto fue asumido por la Iglesia.

   Las leyes actuales transpiran la concepción del «iuspositivismo» o Derecho positivista. Algo que, como el papel, parece que lo aguanta todo, pero aguanta sólo lo que quiere: relativismo y utilitarismo.

 Un pueblo pagano, no cristiano, como Roma, definió el matrimonio como la unión de hombre y mujer, el consorcio de toda una vida, la comunicación de Derecho humano y Derecho divino. Es decir, un jurista se atreve a opinar que el matrimonio excede de lo mundano. En nuestro ambiente laicista presidido por el utilitarismo y el relativismo, nos encontramos con expresiones como «nuevos modelos de familia» o «matrimonio homosexual». Los científicos, a propósito de la reproducción asistida, hablan de «pre-embriones». La Ley antes citada afirma que «el Derecho debe asumir lo que la sociedad vive». O sea, ¿que el Derecho es todo lo que pasa en la calle? Esto es inadmisible y puede degenerar en un problema grave. El Derecho no debe plegarse a lo que la sociedad le va indicando. Igual que cuando el legislador habla de la convivencia como parejas del mismo sexo «basada en la afectividad». También esto tiene un orígen histórico menos serio que el consentimiento romano que permitía el divorcio. Viene del Romanticismo. Y el Papa lo ha vuelto a decir: el amor no es sentimiento, es mucho más. Por eso las familias católicas son semillas de un mundo nuevo, no modelos de una vida perfecta o de situaciones ideales, voluntaristas de la consecución de un resultado. Porque entonces estaríamos negando la Gracia.

Para ver más matridinul.blogspot.com; Saludos Rodrigo González fernández: consultajuridica.blogspot.com

   

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