VINOS DE LUJO
¿Por qué una botella de vino es capaz de lograr el mismo prestigio que un auto, un reloj o un yate? Varios son los factores que hacen que se transforme en un objeto de lujo. Influyen desde el trabajo en el viñedo hasta la escasa producción y, por supuesto, el marketing. Conozca las variables y entienda por qué algunas etiquetas son capaces de devenir en objetos sumamente suntuosos.
El lujo es muy difícil de definir por la relatividad que implica su significado. Lo que para muchos puede representar lujo, para tantos otros sólo es parte de su cotidianeidad. Piensen un momento, si tuvieran la posibilidad de tener todo lo que se puede comprar con dinero, cuántas joyas, autos y relojes adquirirían, o cuántos viajes harían. Sin duda, muchos, aunque en algún momento llegarían a un límite de saturación; es decir, lo que no se consigue con tanto esfuerzo suele provocar aburrimiento tarde o temprano.
Con seguridad habrán visto en más de una oportunidad, ya sea en un cumpleaños o en Navidad, a un niño que habiendo recibido muchísimos regalos termina jugando con una caja de cartón. Pues bien, el lujo, si lo analizamos en profundidad, no es ni más ni menos que todo aquello que sólo pocos pueden disfrutar, lo que supera los medios normales de alguien para conseguirlo, esas pequeñas o grandes cosas exclusivas y únicas que son un lujo dependiendo del momento y del lugar.
Para muchos, un plato de buena comida es un lujo, mientras que para otros lo es el último bolso de Louis Vuitton. Sin embargo, para los que lo tienen todo, o mejor dicho, para los que pueden comprarlo todo, el lujo está en las cosas simples de la vida, en disfrutar momentos y situaciones que por razones de tiempo les son imposibles de realizar, como por ejemplo, la naturaleza y el aire libre; para ellos, un lujo que no se pueden dar normalmente.
Lo mismo sucede con los vinos; todo puede ser relativo. Un vino de $35 puede ser un lujo para la mayoría. Sin embargo, hay cuestiones técnicas que marcan la diferencia, como suele ocurrir con los autos y los relojes; ciertos atributos que van a otorgar complejidad y elegancia, que harán que un vino sea escaso y que la demanda sobrepase la oferta, y que aumente el deseo de tenerlo por el incremento exponencial de su exclusividad. Todas cuestiones tangibles o, mejor dicho, paladeables.
Si bien se habla de un nombre de fantasía, la denominación "vinos de lujo" es más que descriptiva. Ahora bien, ¿puede un vino estar a la altura de un auto, una joya o un reloj cuando su valor representa sólo una mínima parte de cualquiera de estos objetos? La respuesta es contundente: sí, claro, porque aquellos privilegiados que pueden acceder a los lujos materiales también comen y beben. Y allí está el vino, una de las pocas bebidas que pueden ser tan codiciadas como un artículo de lujo, ya que puede cumplir con muchos de los requisitos para tener este mote: prestigio de marca, producciones limitadas, atributos diferenciales, sofisticación Y como si esto fuera poco, el paso del tiempo aumenta el deseo, disminuye la cantidad disponible en el mercado y, por ende, la condición de exclusividad se multiplica.
Es cierto que hay lugares del mundo que ostentan una historia de varios siglos que les da un renombre inimitable a muchos vinos, como por ejemplo Champagne, Bordeaux, Borgoña, Piamonte o Rioja. En nuestro país, en cambio, por más bodegas centenarias que existan, recién hoy se puede comenzar a hablar de vinos de lujo.
La línea que divide esta categoría del resto de los vinos argentinos es imaginaria y no tiene tanto que ver con lo cuantitativo, sino más bien con el valor que los consumidores perciben en esas etiquetas. El vino es especial, diferente, hay algo en él o en su nobleza que lo convierte en un producto codiciable; tal vez sea por su capacidad de hacer disfrutar, o porque no es inalcanzable como muchos otros artículos de lujo.
Fuente: Descorchados
El lujo es muy difícil de definir por la relatividad que implica su significado. Lo que para muchos puede representar lujo, para tantos otros sólo es parte de su cotidianeidad. Piensen un momento, si tuvieran la posibilidad de tener todo lo que se puede comprar con dinero, cuántas joyas, autos y relojes adquirirían, o cuántos viajes harían. Sin duda, muchos, aunque en algún momento llegarían a un límite de saturación; es decir, lo que no se consigue con tanto esfuerzo suele provocar aburrimiento tarde o temprano.
Con seguridad habrán visto en más de una oportunidad, ya sea en un cumpleaños o en Navidad, a un niño que habiendo recibido muchísimos regalos termina jugando con una caja de cartón. Pues bien, el lujo, si lo analizamos en profundidad, no es ni más ni menos que todo aquello que sólo pocos pueden disfrutar, lo que supera los medios normales de alguien para conseguirlo, esas pequeñas o grandes cosas exclusivas y únicas que son un lujo dependiendo del momento y del lugar.
Para muchos, un plato de buena comida es un lujo, mientras que para otros lo es el último bolso de Louis Vuitton. Sin embargo, para los que lo tienen todo, o mejor dicho, para los que pueden comprarlo todo, el lujo está en las cosas simples de la vida, en disfrutar momentos y situaciones que por razones de tiempo les son imposibles de realizar, como por ejemplo, la naturaleza y el aire libre; para ellos, un lujo que no se pueden dar normalmente.
Lo mismo sucede con los vinos; todo puede ser relativo. Un vino de $35 puede ser un lujo para la mayoría. Sin embargo, hay cuestiones técnicas que marcan la diferencia, como suele ocurrir con los autos y los relojes; ciertos atributos que van a otorgar complejidad y elegancia, que harán que un vino sea escaso y que la demanda sobrepase la oferta, y que aumente el deseo de tenerlo por el incremento exponencial de su exclusividad. Todas cuestiones tangibles o, mejor dicho, paladeables.
Si bien se habla de un nombre de fantasía, la denominación "vinos de lujo" es más que descriptiva. Ahora bien, ¿puede un vino estar a la altura de un auto, una joya o un reloj cuando su valor representa sólo una mínima parte de cualquiera de estos objetos? La respuesta es contundente: sí, claro, porque aquellos privilegiados que pueden acceder a los lujos materiales también comen y beben. Y allí está el vino, una de las pocas bebidas que pueden ser tan codiciadas como un artículo de lujo, ya que puede cumplir con muchos de los requisitos para tener este mote: prestigio de marca, producciones limitadas, atributos diferenciales, sofisticación Y como si esto fuera poco, el paso del tiempo aumenta el deseo, disminuye la cantidad disponible en el mercado y, por ende, la condición de exclusividad se multiplica.
Es cierto que hay lugares del mundo que ostentan una historia de varios siglos que les da un renombre inimitable a muchos vinos, como por ejemplo Champagne, Bordeaux, Borgoña, Piamonte o Rioja. En nuestro país, en cambio, por más bodegas centenarias que existan, recién hoy se puede comenzar a hablar de vinos de lujo.
La línea que divide esta categoría del resto de los vinos argentinos es imaginaria y no tiene tanto que ver con lo cuantitativo, sino más bien con el valor que los consumidores perciben en esas etiquetas. El vino es especial, diferente, hay algo en él o en su nobleza que lo convierte en un producto codiciable; tal vez sea por su capacidad de hacer disfrutar, o porque no es inalcanzable como muchos otros artículos de lujo.
Fuente: Descorchados
FUENTE:
CONSULTEN, ESCRIBAN OPINEN LIBREMENTE
Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIMIENTO DE ONU
Renato Sánchez 3586, of 10 teléfono: 56-2451113
Celular: 93934521
SANTIAGO-CHILE
Solicite nuestros cursos y asesoría en Responsabilidad social empresarial-Lobby corporativo-Energías renovables. Calentamiento Global- Gestión del conocimiento-LIderazgo
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