Ante la creciente demanda por igualdad en el país, vale la pena realizar algunas reflexiones para enriquecer la discusión.
En primer lugar, es una falacia sostener que la igualdad es un bien en sí mismo. Difícilmente se puede discutir que es preferible una sociedad en la que todos tengan más en cantidades muy desiguales a un país en que todos tengan mucho menos en cantidades muy iguales. Si aceptamos esto, entonces reconocemos que nuestro objetivo central no es generar igualdad sino crear riqueza. Y ello se logra con más libertad para emprender, y no con más Estado.
En segundo lugar, no es justo ni económicamente sensato que quienes ganan más paguen proporcionalmente más. Quienes argumentan lo contrario, asumen que aquel que ha acumulado mayor riqueza no ha contribuido simultáneamente en mayor medida a aumentar el bienestar de la sociedad, lo cual es falso. El mercado no es un juego de suma cero. En él, quien gana más lo hace porque satisface de manera más eficiente que el resto las necesidades de las personas. Steve Jobs no se hizo rico a expensas del resto, sino que creó la riqueza que acumuló mejorando de paso la calidad de vida de todos nosotros. El impuesto más justo es por lo mismo un flat tax que no castigue adicionalmente al que más ha contribuido a enriquecer al resto. También es económicamente más inteligente, pues no desincentiva la creación y conservación de capital humano, sino que la fomenta.
En tercer lugar, el reclamo por una reforma que aumente la carga tributaria se basa en otra ficción: la idea de que los políticos pueden hacer un mayor bien a la sociedad gastando el dinero de las personas, que estas mismas gastando su propio dinero. Lo cierto es que cada peso que se quita por el Estado es un peso menos en inversión o consumo privado. Esto inhibe la creación de empleo, empobreciendo a la sociedad.
Finalmente, cabe destacar que el problema de desigualdad en Chile dice relación con los ingresos autónomos; esto es, con la productividad de las personas. Y eso no se arregla con más coerción estatal, sino con más libertad de mercado. De hecho, el Estado ya transfiere lo suficiente a los grupos desfavorecidos como para disminuir sustancialmente la brecha de productividad. Tanto en efecto, que sumadas todas las transferencias estatales, Chile tiene una distribución del ingreso similar al promedio europeo. ¿Es necesario más de lo mismo?
Es hora de que transitemos de un discurso centrado en la igualdad y distribución de riqueza, a uno basado en la libertad y creación de riqueza; de lo contrario, no vamos a terminar ni con la una ni con la otra.
Axel Kaiser
Saludos
Rodrigo González Fernández
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