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El PSOE está en peligro (análisis desde la izquierda)
Aunque el PSOE gobierna y controla los recursos inmensos del Estado, su buena salud aparente es todo un espejismo porque el partido líder de la izquierda española vive, en realidad, una situación de peligrosa enfermedad ideológica y moral, que podría llevarle hasta la extinción.
Sin corrientes internas capaces de pensar por cuenta propia, con pocas voces discrepantes y con un debate interno empobrecido, constreñido por el miedo a discrepar y a perder el favor de la cúspide, el socialismo español, bajo el mandato de Zapatero, un líder mediocre pero astuto en las distancias cortas y con buena imagen, ha perdido posiciones en el plano internacional, peso ideológico dentro de la izquierda internacional y, por encima de todo, ha penetrado en una espiral de simplismo político desde el que interpreta la realidad que le rodea de manera distorsionada, apoyándose en tres columnas:
La primera es su concepción elitista y antidemocrática del poder, que, en manos de Zapatero y de su corte de seguidores y aduladores, atiborrados de poder y de privlegios, se torna visionaria y mesiánica, sin relación alguna con el pueblo, de donde emana la soberanía en democracia. El poder es para Zapatero como un atributo natural, consecuencia del voto mayoritario, que no tiene más límites que el de la eficacia y la ejecución de su programa. Esa concepción del poder, antidemocrática y muy parecida a la que tenían los emperadores, reyes y sátrapas del "Antiguo Régimen", casi de procedencia divina, margina de hecho a los ciudadanos y a los mismos colaboradores y militantes de su partido y permite aberraciones como las de tomar decisiones en contra de la voluntad de la mayoría o aprobar leyes fundamentales, como los estatutos catalán y andaluz, con ápoyos tan minoritarios que causarían vergüenza en cualquier otra democracia avanzada del mundo.
La segunda columna es su consciencia exagerada de superioridad moral respecto a sus rivales políticos, a los que, de hecho, desprecia, lo que conlleva el crecimiento pernicioso de un sectarismo imparable que se manifiesta en la descalificación sistemática e irracional de todo lo que piense, sienta o proponga la derecha. Esa pretendida superioridad sobre los adversarios también es propia del "Antiguo Régimen", cuando el monarca, por sentirse impuesto por el mismo Dios, se consideraba el único con razón y, en consecuencia, facultado para aplastar a los disidentes y adversarios. Ese sentimiento, un rasgo del Zapaterismo que es insólito y que apenas se da en otros regímenes del planeta que se autoconsideran democráticos, es el que impulsa a considerar como "fascista" a quien se oponga al propio poder, ya sean los miltantes del PP, los "Ciudadanos de Cataluña", "Basta Ya" o la COPE, a los que se tacha, sin rubor ni prudencia intelectual, de "franquistas", "falangistas" o "derecha extrema". Esa intransigencia con el adversario, que a veces hasta recuerda los comportamientos de la cruel Inquisición Católica, sitúa a los socialistas en sintonía con otros feroces intransigentes como los nacionalistas extremos vascos y catalanes, capaces de distorsionar la realidad y, según se ha demostrado en la historia reciente, hasta de matar (ETA, Terra Lliure) con tal de cavar su rentable y demente surco reivindicativo y victimista.
La tercera columna del Zapaterismo es la hipertrofia del buenismo, una especie de altruismo indoloro y sin compromiso que está suplantando, peligrosa y frívolamente, a la ideología y que conecta bien con sentimientos muy arraigados en la cultura occidental, cargada de culpas por su opulencia y por el dominio, muchas veces imperialista e injusto, que ha ejercido sobre el mundo. Es una especie de filantropia sentimental que barniza las conciencias y que borra los pecados de una izquierda que ha abandonado hasta la última gota de aquellos principios fundacionales plasmados en la igualdad, la libertad, la fraternidad, la justicia, la ciudadanía y la democracia. Como consecuencia del "buenismo" zapateril, se propagan, con el apoyo de los imperios mediáticos afines, versiones y matices de la solidaridad, del pacifismo, del feminismo, del igualitarismo (que no de la igualdad) y de los derechos de las minorías. Sin embargo, el maquillaje filantrópico-buenista de ZP no es capaz de disfrazar la realidad de una España donde los pobres son cada día más pobres y numerosos, donde los ricos son cada vez más ricos, donde los corruptos incrementan sus filas y sus cuentas bancarias a diario, donde el adversario es acosado y marginado, donde las leyes se interpretan y aplican con arbitrariedad y donde la Justicia y la igualdad retroceden escandalosamente.
Zapatero utiliza magistralmente su buenismo de salón en sus discursos, en los que repite que no va a responder con el insulto y la descalificación, y donde emplea términos tan ampulosos y confortables, como "paz", "amor", "ciudadanía", "solidaridad", "participación", "alianza" y hasta "democracia", generando tranquilidad y admiración entre los más débiles y los más ignorantes, incapaces de profundizar en el análisis y de descubrir las grandes bolsas de mentira que encierra el "invento".
El "confort moral" del zapaterismo aunque es un remedo sin virilidad, nobleza, autenticidad ni solvencia de los viejos valores teóricos de la izquierda, abandonados vergonzosamente, reune ventajas de alto valor político en el presente: adormece las conciencias, llena el vacío ideológico, atrae "buena prensa" y engaña a los incautos.
De todos los viejos valores, el que emerge más destrozado de la filosofía "zapatera" es la igualdad, no sólo porque el Estatuto de Cataluña, impulsado por el propio presidente, haya consagrado en una ley mayor la insolidaridad y el privilegio de los que más pagan, de los más ricos sobre los más pobres, sino porque divide el mundo en buenos y malos, en amigos, que lo merecen todo, y adversarios, que no merecen nada porque son malditos "falangistas", "fascistas" y "extremaderechistas".
El zapaterismo ni siquiera es un "sucedáneo" de aquella izquierda intelectual noble que defendía los grandes valores y que se situaba siempre al lado de los pobres y de los débiles. Es toda una aberración diseñada y nacida para domesticar al ganado, para engañar a los incautos y para adormecer la conciencia de los leales y permitirles seguir disfrutando de los privilegios y ventajas del poder.
Sin corrientes internas capaces de pensar por cuenta propia, con pocas voces discrepantes y con un debate interno empobrecido, constreñido por el miedo a discrepar y a perder el favor de la cúspide, el socialismo español, bajo el mandato de Zapatero, un líder mediocre pero astuto en las distancias cortas y con buena imagen, ha perdido posiciones en el plano internacional, peso ideológico dentro de la izquierda internacional y, por encima de todo, ha penetrado en una espiral de simplismo político desde el que interpreta la realidad que le rodea de manera distorsionada, apoyándose en tres columnas:
La primera es su concepción elitista y antidemocrática del poder, que, en manos de Zapatero y de su corte de seguidores y aduladores, atiborrados de poder y de privlegios, se torna visionaria y mesiánica, sin relación alguna con el pueblo, de donde emana la soberanía en democracia. El poder es para Zapatero como un atributo natural, consecuencia del voto mayoritario, que no tiene más límites que el de la eficacia y la ejecución de su programa. Esa concepción del poder, antidemocrática y muy parecida a la que tenían los emperadores, reyes y sátrapas del "Antiguo Régimen", casi de procedencia divina, margina de hecho a los ciudadanos y a los mismos colaboradores y militantes de su partido y permite aberraciones como las de tomar decisiones en contra de la voluntad de la mayoría o aprobar leyes fundamentales, como los estatutos catalán y andaluz, con ápoyos tan minoritarios que causarían vergüenza en cualquier otra democracia avanzada del mundo.
La segunda columna es su consciencia exagerada de superioridad moral respecto a sus rivales políticos, a los que, de hecho, desprecia, lo que conlleva el crecimiento pernicioso de un sectarismo imparable que se manifiesta en la descalificación sistemática e irracional de todo lo que piense, sienta o proponga la derecha. Esa pretendida superioridad sobre los adversarios también es propia del "Antiguo Régimen", cuando el monarca, por sentirse impuesto por el mismo Dios, se consideraba el único con razón y, en consecuencia, facultado para aplastar a los disidentes y adversarios. Ese sentimiento, un rasgo del Zapaterismo que es insólito y que apenas se da en otros regímenes del planeta que se autoconsideran democráticos, es el que impulsa a considerar como "fascista" a quien se oponga al propio poder, ya sean los miltantes del PP, los "Ciudadanos de Cataluña", "Basta Ya" o la COPE, a los que se tacha, sin rubor ni prudencia intelectual, de "franquistas", "falangistas" o "derecha extrema". Esa intransigencia con el adversario, que a veces hasta recuerda los comportamientos de la cruel Inquisición Católica, sitúa a los socialistas en sintonía con otros feroces intransigentes como los nacionalistas extremos vascos y catalanes, capaces de distorsionar la realidad y, según se ha demostrado en la historia reciente, hasta de matar (ETA, Terra Lliure) con tal de cavar su rentable y demente surco reivindicativo y victimista.
La tercera columna del Zapaterismo es la hipertrofia del buenismo, una especie de altruismo indoloro y sin compromiso que está suplantando, peligrosa y frívolamente, a la ideología y que conecta bien con sentimientos muy arraigados en la cultura occidental, cargada de culpas por su opulencia y por el dominio, muchas veces imperialista e injusto, que ha ejercido sobre el mundo. Es una especie de filantropia sentimental que barniza las conciencias y que borra los pecados de una izquierda que ha abandonado hasta la última gota de aquellos principios fundacionales plasmados en la igualdad, la libertad, la fraternidad, la justicia, la ciudadanía y la democracia. Como consecuencia del "buenismo" zapateril, se propagan, con el apoyo de los imperios mediáticos afines, versiones y matices de la solidaridad, del pacifismo, del feminismo, del igualitarismo (que no de la igualdad) y de los derechos de las minorías. Sin embargo, el maquillaje filantrópico-buenista de ZP no es capaz de disfrazar la realidad de una España donde los pobres son cada día más pobres y numerosos, donde los ricos son cada vez más ricos, donde los corruptos incrementan sus filas y sus cuentas bancarias a diario, donde el adversario es acosado y marginado, donde las leyes se interpretan y aplican con arbitrariedad y donde la Justicia y la igualdad retroceden escandalosamente.
Zapatero utiliza magistralmente su buenismo de salón en sus discursos, en los que repite que no va a responder con el insulto y la descalificación, y donde emplea términos tan ampulosos y confortables, como "paz", "amor", "ciudadanía", "solidaridad", "participación", "alianza" y hasta "democracia", generando tranquilidad y admiración entre los más débiles y los más ignorantes, incapaces de profundizar en el análisis y de descubrir las grandes bolsas de mentira que encierra el "invento".
El "confort moral" del zapaterismo aunque es un remedo sin virilidad, nobleza, autenticidad ni solvencia de los viejos valores teóricos de la izquierda, abandonados vergonzosamente, reune ventajas de alto valor político en el presente: adormece las conciencias, llena el vacío ideológico, atrae "buena prensa" y engaña a los incautos.
De todos los viejos valores, el que emerge más destrozado de la filosofía "zapatera" es la igualdad, no sólo porque el Estatuto de Cataluña, impulsado por el propio presidente, haya consagrado en una ley mayor la insolidaridad y el privilegio de los que más pagan, de los más ricos sobre los más pobres, sino porque divide el mundo en buenos y malos, en amigos, que lo merecen todo, y adversarios, que no merecen nada porque son malditos "falangistas", "fascistas" y "extremaderechistas".
El zapaterismo ni siquiera es un "sucedáneo" de aquella izquierda intelectual noble que defendía los grandes valores y que se situaba siempre al lado de los pobres y de los débiles. Es toda una aberración diseñada y nacida para domesticar al ganado, para engañar a los incautos y para adormecer la conciencia de los leales y permitirles seguir disfrutando de los privilegios y ventajas del poder.
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Viernes 18 Mayo 2007
Saludos
rodrigo gonzalez fernandez
consultajuridicachile.blogspot.com
Renato Sánchez 3586 of 10
fono:5839786
Santiago Chile
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