Dos excelentes artículos publicados recientemente en Diario Responsable (
La voluntariedad, totem y tabú de la RSE, J.M. Lozano 02/11/2009 y
Voluntariedad y regulación de la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE), J.A. Moreno Izquierdo 25/11/2009) ponen sobre la mesa el viejo debate sobre la regulación de la RSE. Los argumentos de ambos autores (sean o no compartibles) sugieren la relevancia del tema. Lozano señala que en dos presentaciones de su último libro, el único tema sobre el que los expositores fueron coincidentes, ha sido el de cuestionar la voluntariedad de la RSE. Por su parte, Moreno describe la reciente crisis financiera como un fenómeno sistémico y sugiere que se "debería impulsar una reflexión serena sobre la posible conveniencia de elevar el listón regulador para evitar nuevos desenfrenos."
Ninguno de ambos autores se pronuncia claramente a favor de regular la RSE, pero plantean cuestiones interesantes que invitan a reflexionar sobre el tema. Lozano utiliza una expresión muy ingeniosa para "mover el piso" de lo establecido: "la voluntariedad es un criterio de la RSE. Pero no es ni un totem ni un tabú". Y Moreno concluye: "todo lo anterior invita a una nueva mirada en torno a la regulación de determinados aspectos de la RSE". Pues bien, ·"echado el guante", tomemos el desafío. Para hablar de voluntariedad o regulación de la RSE, entiendo necesario comenzar por establecer claramente el objeto del debate, es decir, la idea que tenemos sobre qué es la RSE. Coincido plenamente con Lozano, cuando afirma que "la lucha por establecer una definición no es otra cosa que la lucha por el poder de imponer una interpretación".
Una clara demostración de ello es la dificultad y la compleja discusión que llevó el proceso de creación de la norma ISO 26.000. Pero también es cierto, que sin un acuerdo básico sobre cuál es el objeto de la discusión y sus características elementales, se corre el riesgo de estar estableciendo criterios o afirmaciones sobre cosas distintas. No pretendo aquí establecer una definición de RSE, pero sí formular tres atributos que caracterizan su esencia. Ellos son:
1) la RSE es un paradigma y no una colección de prácticas;
2) la RSE siempre es un plus sobre el piso del marco legal y
3) la RSE es un concepto siempre en construcción.
A partir de estos tres atributos, voy a construir mi argumento contrario a la pretensión de regular la RSE. En primer lugar, la RSE, tal como excelentemente lo señalara Bernardo Kliksberg, es un nuevo paradigma sobre la relación sistémica entre la empresa y la sociedad. La empresa, en tanto actor social, actúa en forma adaptativa con respecto a los cambios que ocurren en su entorno. Y, tal como está sugerido en una amplia literatura, la RSE constituye una respuesta adaptativa a cambios profundos experimentados por nuestras sociedades durante las dos o tres últimas décadas.
Un nuevo paradigma que pretende responder a los nuevos desafíos y exigencias que la sociedad le impone a las empresas. Esta es la razón principal por la cual emergió la RSE. Todas las demás explicación forman parte de discursos sustentados en distintas motivaciones (éticas, voluntaristas, pragmáticas, oportunistas, etc.), pero son tan solo discursos, que terminan ocultando los factores reales que empujan a las empresas a adoptar esos nuevos comportamientos, a los que hemos dado en llamar "social y ambientalmente responsables". Por lo tanto, la RSE no es un modelo, ni una estrategia y menos aún, un conjunto de prácticas: es todo un paradigma, cuyo cuerpo de doctrina se ha venido elaborando a lo largo de los últimos 20 años. Entonces, viene la primera interrogante: ¿es posible regular un paradigma, cuando lo que se regulan son conductas y prácticas?
En segundo lugar, creo que pocos discrepan con la idea de que la RSE se construye sobre el "piso" de la legalidad. Es decir, la RSE es un plus en el comportamiento empresarial, que va más allá de lo que establecen las leyes. En su avance, las sociedades legislan y regulan diversos aspectos relacionados con el hacer de las empresas. Cada vez que se establece una nueva norma, sea ésta de alcance nacional o supranacional, lo allí pautado pasa automáticamente a integrarse a ese piso.
Tal como puede observarse, durante la última década, varias iniciativas que comenzaron como prácticas socialmente responsables de algunas empresas, se convirtieron luego en normas exigibles a todas las empresas. Pero, siempre quedan espacios para un plus. Resulta absurdo pretender la regulación de TODO lo que hoy forma parte de la RSE, de igual forma que resulta absurdo (y totalitario) pretender regular todos los aspectos de la vida de las personas. Las fracasadas experiencias totalitarias estatistas son una clara demostración de cómo una regulación llevada al extremo, desestimula la búsqueda de la calidad y la excelencia, anula la innovación y la creatividad y genera burocracias en las empresas, cuyo único cometido es auto-perpetuarse.
He aquí pues, la segunda interrogante: ¿hasta donde regular el comportamiento de las empresas sin poner en riesgo su capacidad de generar valor económico? De poco servirán a la humanidad empresas que cumplan con infinidad de normas sociales y ambientales, si dejan de generar valor económico.
Por otra parte, la sociedad ha cambiado y seguirá cambiando. Sus estándares seguirán modificándose. De igual forma, el cambio tecnológico y las nuevas prácticas empresariales plantearán nuevos problemas a resolver. Es decir, la interacción entre la empresa, la sociedad y el ambiente siempre será dinámica, resultando imposible prever de antemano cuáles serán los nuevos escenarios. Esta situación conduce a una conclusión: la RSE es algo siempre en construcción. El paradigma se irá modificando para responder a los nuevos desafíos y demandas. Y también, la sociedad estará siempre fijando nuevas normas. Vamos pues a la tercera interrogante: ¿tiene sentido plantearse regular algo que está siempre en construcción, es decir, algo que nunca estará acabado?
Llegado a este punto importa aclarar que estoy totalmente en desacuerdo con las viejas posturas ultra-liberales contrarias a la regulación de las prácticas empresariales. Lo que pretendo señalar es que esa regulación se realiza siempre en un contexto y tiene sus límites, a riesgo de matar a la "gallina de los huevos de oro". La vida siempre es cuestión de equilibrios.
Pero no quiero quedarme solamente en las tres cuestiones anteriores y los conceptos que están por detrás de ellas. Pretendo dar un paso más y sugerir una nueva manera e formular el problema. Sabido es que la forma como es planteado un problema, termina acotando la discusión y condicionando las respuestas. Por esa razón, creo que la forma como actualmente está formulado este problema, lejos de ayudar a resolverlo, confunde y conduce a un laberinto sin salida.
Basado en los tres aspectos básicos de la RSE señalados más arriba, sugiero modificar el eje de la discusión. En lugar de plantearnos si se debe o no regular la RSE, "bajemos a tierra" el problema, y discutamos sobre la conveniencia y validez de regular determinadas prácticas empresariales. Porque, en los hechos, eso es lo que vienen haciendo las sociedades a través de sus organizaciones sociales, partidos políticos, gobiernos, organismos internacionales y demás actores institucionales que poseen cierto grado de representatividad. Miremos a nuestro alrededor y preguntémonos: ¿cuántas nuevas leyes y normas nacionales y supranacionales se han establecido en los últimos 10 años, para regular aspectos particulares y específicos, directamente relacionados con comportamientos responsables de las empresas? ¡Muchas! ¡La sociedad ha sabido plantear el problema desde una óptica mucho más realista que los académicos, consultores y dirigentes empresariales que estamos en esto de la RSE!
En síntesis, el problema no es el de la conveniencia/necesidad de regular la RSE, sino el de regular determinadas prácticas, en función de los valores, los problemas específicos y las demandas de cada sociedad. En cada situación particular, quienes estamos promocionando la RSE desde la academia, la consultoría y las empresas, tenemos mucho para aportar. En particular, el conocimiento que disponemos sobre el marco conceptual de la RSE y sobre miles de experiencias de buenas prácticas empresariales. Ahora bien, para que ese aporte se eficaz, se requiere que cambiemos la manera como estamos planteando la discusión.
Es decir, se necesita que modifiquemos nuestro paradigma sobre la forma de abordar el paradigma de la RSE!
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