"Antes las ideologías se vivían con más pasión, ahora es todo muy incrédulo"
El ejercicio mental y psicológico es el que más me gusta
La periodista ha publicado la novela epistolar 'Cartas desde la ausencia' con la guerra fratricida española como telón de fondo
Emma Riverola acaba de publicar su segunda novela, Cartas desde la ausencia (Seix Barral), un libro de cartas cruzadas que reconstruyen la memoria de una familia rota por la guerra civil. Son historias de derrota y superación, de miedo, de supervivencia, de entrega y traición que giran en torno a una doble ausencia: los seres queridos y los ideales rotos. La periodista da color a un tortuoso periodo histórico para España con una narración íntima y cuidada acerca de una realidad cotidiana vista por los ojos de diferentes personajes que muestran al lector todas sus intimidades.
-La  guerra ha sido la temática central en cantidad de novelas y ensayos. Con su  libro, la guerra pasa a ser un simple telón de fondo para desarrollar una  historia donde predominan las emociones y los sentimientos individuales por  encima del colectivo. ¿Es esta la mejor forma de retratar un conflicto en  cualquier guerra fraticida?
-No sé si es la mejor forma pero es la que a  mi me interesa. Lo que busco cuando escribo es intentar ponerme en las  coordenadas de un personaje intentado pensar como el piensa. A mi me obsesiona  mucho el tema del tiempo, supongo que es porque no lo tengo (sonríe). Siempre  pienso que no quiero morir pensando que he perdido el tiempo o que no he hecho  cosas. Para mi la escritura es una forma de vivir historias que no he podido  vivir. 
-Usted trabaja  como creativa publicitaria, se le dará bien inventar  historias
-(Sonríe). Es lo que me gusta. No puedo decirte que soy una  persona que siempre ha tenido claro que lo que le gustaba era escribir novelas  porque no es así. Me lo planteé cuando tuve mis dos hijos y me di cuenta que  había como desaparecido del mapa. Necesitaba encontrar un poco de espacio para  mi misma, y lo encontré escribiendo. ¿Cómo me lo paso  bien?
-¿Inventando?
-Imaginándome vidas de otros, creyendo que  vivo y que siento cosas de otras personas. El ejercicio mental y psicológico es  el que más me gusta. Volviendo a la novela, por ejemplo, ¿qué sentiría si fuera  una madre que ha tenido que enviar a sus dos hijos a la Unión Soviética por  culpa de una guerra? O una persona que sólo le da importancia a sus ideologías.  ¿Qué hace cuando son sus propios compañeros los que se la están  pegando?
-En el fondo es una reflexión a cómo nos enfrentamos los  humanos a la vida que nos ha tocado vivir
-En Cartas desde la ausencia me he centrado en la pérdida. La  pérdida de seres queridos o la pérdida de las ideologías. Es por eso que la  guerra civil está al principio y es el gran desencadenante de que toda se rompa.  Pero para mi es tan importante la guerra en sí, como el viaje de uno de los  protagonistas a la Unión Soviética o a Cuba. Vuelve a creer y vuelve a caer. Es  un viaje psicológico que todos, más o menos, hemos hecho en algún momento de  nuestra vida. 
-¿La  subjetividad de los diez personajes que intervienen en la historia a través de  sus cartas es lo que hace que la historia de su novela sea más  objetiva?
-Sí, pero tampoco es lo que quería. Busqué la subjetividad de  los personajes expresamente. No quería ir de ninguna manera a sentar cátedra.  Para la persona que se lo cree, todo esto es verdad, entonces, ¿qué objetividad  puedes poner en el mundo de la ideología? Eso es lo que buscaba con las  reflexiones de los personajes, no hay blanco ni negro, sino que la vida nos  lleva hacia donde nos lleva. 
-A los protagonistas de su  libro no es que la vida les trate muy bien. ¿Eso sería una realidad más de la  época o ficción novelesca y publicidad subjetiva?
-Es una realidad  dolorosa. Es cierto que había muchísimas madres que durante la guerra no sabían  nada de sus hijos, ni si estaban vivos o muertos. ¡Cómo se puede convivir con  esto!
-Es mucho más cruel encontrarte con tu hijo años más tarde, y  apenas reconocerlo como tal. ¿Le suena?
-Sí, también se refleja en mi  novela, claro. Cuando preparaba el libro tuve que entrevistarse con muchas  personas que habían vivido la guerra en primera persona y esto es algo que se  reproducía en todas ellas. Aquello que habían estado soñando durante 20 años, el  regreso, el reencuentro y que habían idealizado tanto, al final se acaba  convirtiendo en un abrazo en el que apenas sientes algo. Es que además de la  separación física también se da un abismo cultural. ¡No quedaba nada en lo que  poderse acoger! 
-¿Qué  ha sido primero en la elaboración de su novela, la vida de los personajes de  Emma o la vida real de de personajes anónimos de la guerra?
-Primero fue  ponerme en el tema, porque yo siempre he dicho que no soy ninguna experta ni en  historia ni en ciencias políticas. Informarme muy bien y documentarme mucho.  Esto lo que hace es enriquecer lo que en un inicio es un simple hilo argumental.  Luego hay personajes que realmente me salen por la necesidad de la narración, ya  que al ser cartas, había momentos que necesitaba crear personajes para explicar  lo que sentían los otros. 
-¿Ha tenido acceso a muchas  fuentes oficiales?
-Empecé con la bibliografía de base, que era lo más  fácil, pero luego busqué entre memorias, cartas, fui al archivo de Salamanca  donde tienen muchísimas cartas guardadas del año de la guerra.
-¿Qué  es lo más duro que ha leído en esas cartas?
-Con este libro he tenido  muchos momentos de bajón porque me acabó afectando un poco, era muy duro lo que  sentía. Quizá los momentos más duros son los que hacen referencia a la  separación de los hijos de sus familias y esa inocencia que ves en sus cartas  hacia los padres o madres. En una misma carta ves que hay momentos en que están  muy alegres y te explican que han comido pasteles y han jugado mucho, y acto  seguido viene un te echo de menos, cuando vendrás. Lo peor que es que las estaba  leyendo y veía el logo de la falange, y sabías que esa carta nunca había llegado  a su destinatario. Y esto es lo más duro
-¿Era muy fuerte la  censura?
-Durante la guerra civil, las cartas que iban a territorios  republicanos sí que llegaban pero las que iban dirigidas a sitios ocupados por  el bando nacional ya no llegaban. Acabó la guerra, durante un periodo no llegó  ninguna carta y luego también había gente que se buscaba la vida. Había  testimonios que me decían que no se habían podido escribir en años pero otros me  comentaban que a través de la Cruz Roja o de unos parientes en Francia sí que lo  habían conseguido. Todos coincidían en que a cambio de dinero, todo llegaba  (sonríe). 
-No todo es  psicología en su novela. Hay una feroz crítica al comunismo
-Es una  crítica pero a la vez reivindica la esencia. Los personajes de Andreu y Jaume  son comunistas y no quieren renunciar a serlo. A mi me gusta pensar que es una  crítica de la izquierda pero desde la izquierda. Es como aceptar que, a pesar de  todo, se luchaba para lograr un mundo más justo y, a pesar de haberla cagado  mucho, la esencia era buena. Se dejó que la ideología fuera más fuerte que la  verdad. No es la crítica fácil al comunismo. 
-Coger los añicos rotos de  un sueño para construir uno de nuevo
-Exacto. A veces llegaba a sentir  envidia de la época en que las ideologías se vivían con más pasión, ahora es  todo tan incrédulo
-Siempre podemos acabar con la conclusión fácil,  las guerras no sirven para nada
-Sí, esa es muy fácil, especialmente  para el que la pierde (sonríe). 
-Por curiosidad, ¿esta  novela tendría el mismo sentimiento cambiando las cartas por correos  electrónicos? Como dicen ustedes los publicistas, ¿se vendería igual el  producto?
- Bueno, el correo electrónico tiene otras ventajas,  especialmente que es más inmediato y más irreflexivo. A veces no nos permite  controlar las emociones. Aún así, creo que está creando otro tipo de lenguaje  que está haciendo que la gente se atreva a decir cosas que antes no diría de  otras maneras. Es un código nuevo.
-Menos romántico
Sí, pero  que nos permite recuperar el vicio de escribir. Hace cuatro días no escribíamos  correos electrónicos pero, ¿cuántas cartas hacíamos?  (Sonríe).
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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