Luisgé Martín: "El obispo de Alcalá debería ir a la cárcel"
¿Debe tener límites la literatura?, ¿existe la censura?, ¿y la autocensura? Hay gente que piensa que determinados sucesos delictivos y especialmente repulsivos (adultos que practican sexo con niños, por ejemplo, como sucede en el caso que nos ocupa) mejor deberían no contarse en las novelas. Hay gente que se revuelve cuando lee según qué y hay gente que considera, incluso, que un autor que escribe sobre algo así sin juzgarlo es un inmoral. Luisgé Martín, hombre culto, indignado y apasionado y escritor muy valorado por los suplementos culturales de los periódicos y por los escritores que lo son de verdad, ha escrito una nueva novela, 'La mujer de sombra'(Anagrama), una historia sobre los abismos del sexo y el amor, un libro morboso sobre el catastrófico descenso a los infiernos, "o sobre el derrumbe moral terrible" de una persona,Eusebio, como diría el escritor Fernando Marías, que ayer habló de la novela en la librería madrileña 'Tipos Infames'. "Después de leerla miras a la gente de otra manera. Hay escenas tan fuertes que bloquean al lector", dijo Marías. Y continuó con una broma (o no era broma, qué sé yo): "Tras leerla, he descubierto que Luisgé y yo somos hermanos gemelos en la oscuridad". Risas entre el público.
La novela, efectivamente, contiene episodios un tanto fuertes que provocarán el grito de algunos lectores escandalizables. De hecho, ha ocurrido ya. Quiero decir que hay personas en el entorno de Luisgé, algunos con nombres y apellidos muy conocidos, que han leído la novela, se han sentido perturbados y le han dado la espalda. "No me han dado la espalda, Curro, no digas eso. Al menos de momento. Lo que yo te he dicho es que hay gente que me ha torcido un poco el gesto y que quizás ha considerado que me he extralimitado como escritor", explicaba Luisgé este lunes pasado, mientras terminábamos de comer en una terraza de Chueca.
-Pero, ¿pensaste que podía suceder algo así mientras escribías el libro? –pregunté, algo sorprendido.
-En absoluto. Primero porque no pienso nunca en cosas externas al texto mientras escribo. Y segundo porque creo que está todo sacado de madre. El arte, y la literatura, más allá de otras consideraciones, sólo puede ser el territorio de la libertad total. El lugar donde se plantee todo sin cortapisas ni autocensuras. Si yo pensara en lo que va a decir un determinado lector al leerme, escribiría porquerías absolutas. La literatura no debe juzgar ni debe limitar su alcance, porque lo que hace es plantearle cosas al lector. Y en ese diálogo todo es posible.
-Y, entonces, ¿por qué hay gente que se escandaliza ante lo que tú escribes?
-En un país en el que vemos que hay monjas que venden niños o en el que un obispo dice que los homosexuales somos homosexuales porque de niños nos prostituimos y que iremos al infierno, lo que yo escribo me parecen ñoñerías. Creo que el obispo de Alcalá, moseñor Reig, debería ir a la cárcel o ser detenido. Al margen de esto, volviendo a tu pregunta, sí, creo que vivimos una regresión moral a nivel mundial. En España -continuó Luisgé, con claros indicios de indignación- quizá es más llamativo porque en los años 80 vivimos una orgía de sensualidad y de libertad, de apertura de miras, de relajación, que hace que todo esto parezca más mohoso aún. ¿A qué se debe este fenómeno? Supongo que son muchas las razones. La crisis económica, sin duda, es una de las grandes: siempre se estrecha el corazón cuando se estrecha el bolsillo. Pero también a la regresión que impulsan los medios de comunicación y al ambiente reaccionario que desde hace un par de décadas ha ido extendiéndose por el mundo. Lo malo no es que los mohosos de siempre se escandalicen: lo malo es que se escandaliza gente que tiene ADN de progresista. Y para mí, la libertad de cada persona es tan sagrada como la libertad de la literatura.
Al día siguiente, cuando en 'Tipos infames' decía más o menos lo mismo, entre el público, en primerísima fila, la escritora Marta Sanz asentía con la cabeza. Fue la primera persona que leyó el manuscrito. No es que Luisgé dudara si se había extralimitado como escritor, pero sí que se le pasó por la cabeza eliminar del libro algunas páginas que quizás son duras de leer. Ella le dijo que no se le ocurriera hacer tal cosa porque, si eliminaba esas páginas, tendría otra novela distinta. Y la pequeña duda se le disipó de esa forma a Luisgé gracias al consejo de su íntima amiga, que ha definido 'La mujer de sombra' como 'Un gran libro incómodo y valiente".
La verdad incómoda. O la literatura "como arma para hacer daño, molestar al lector e incluso abrirle una brecha en la cabeza, sin que le salgan los sesos", como dice Luisgé. Pero, ¿no es una visión un tanto exagerada o catastrofista?, ¿realmente debe sufrir el lector al leer? "La vida es sufrimiento, tarde o temprano. Pero no quiero que el lector sufra, quiero que se revuelva. Me enfada la hipocresía, la pasividad, la ignorancia y el conformismo, y muchas de estas cosas se curan con la literatura, pero a costa de sufrir alguna convulsión. Debe provocar alguna metamorfosis en el lector. No creo que la literatura deba ser complaciente. Para entretener ya está la televisión y las barbacoas con amigos.", me explicó Luisgé el pasado lunes, justo antes de probar una cucharada de flan que estaba "malísimo".
Como Julia, la protagonista de su novela, Luisgé Martín piensa que "la verdad es perniciosa". Lo dijo ayer en esa librería abarrotada de gente que ama la literatura, justo después de queFernando Marías explicase que, según él el problema de los dos protagonistas de su novela es que son "dos personas desgraciadas porque no se cuentan la verdad". "Tu novela trata de la necesidad de contar la verdad", le dijo Marías, y Luisgé entonces respondió que no trataba de eso en absoluto, según él, pero que lo maravilloso, lo milagroso de escribir un libro es justo eso: que la mitad del libro está en el ojo del lector, en su mirada. Y añadió lo de que "la verdad es perniciosa. El problema es que uno de los protagonistas, Eusebio, tiene una obsesión enfermiza: necesita saberlo todo de Julia para seguir amándola como la amaba, seguir acariciándola. Para mí la solución no está en decir toda la verdad sino en no necesitar saberlo todo de las personas que queremos"
Son visiones que podemos compartir o no, pero son las suyas. Las de un escritor que no es superventas pero que tiene ocho libros a sus espaldas, algunos bellísimos, y casi todos aplaudidos por la crítica literaria. Un escritor que, como la mayoría de los escritores de este país, no vive de la literatura. Pero, entonces, ¿de qué viven los escritores? "Yo para pagar la hipoteca mando currículos y busco trabajo. La hipoteca no me condiciona en lo que escribo. Muchos escritores viven o malviven de los aledaños de la literatura: jurados, artículos, bolos… Estos están ahora alarmados, porque ese dinero ha desaparecido y va a seguir desapareciendo. Otros hemos vivido siempre de una nómina, de un trabajo. Y alguno supongo que dando sablazos. De sus royalties, en España, viven pocos. Las ventas medias son bajísimas".
Las ventas medias, curiosamente, no son tan bajas en el caso de personajes famosos que también escriben libros. Algo que no molesta a Luisgé, que piensa que los personajes de la tele o de las revistas que escriben libros no hacen literatura. "Bueno, en general no, pero supongo que hay excepciones. Tampoco creo que quieran hacer literatura, sino construir un producto. El libro es un objeto muy versátil, no sólo está para hacer literatura. A mí no me molesta que haya 'estrellas' que escriban, no compito con ellas. Lo que me inquieta es que ese sea el tipo de libro dominante y hegemónico. Porque eso quiere decir que vivimos en una sociedad cancerosa."
Anoche la presentación terminó con un vino, como no podía ser de otra manera si tenemos en cuenta que 'Tipos infames' es una librería famosa por vender, por lo menos, tantas copas de vino como libros. Por allí hablaban de chismes literarios un montón de escritores más o menos conocidos: desde un poeta letraherido como es Iñaki Echarte Vidarte, que escribe libritos tristes y atormentados durante los tiempos que le permite su trabajo en la Casa del Libro de la calle Fuencarral, a consagrados, como Vicente Molina Foix, Marcos Giralt Torrente, Eduardo Medicutti o Antonio Gómez Rufo. También escritoras de considerable trayectoria, como la citada Marta Sanz, o Lola Beccaria, que es también muy amiga de Luisgé. Y en ultimísima fila, en discreto último lugar, una sorpresa, la exministra Ángeles González-Sinde, que ahora vive más cerca de los libros que nunca, desde que ha iniciado un bonito romance con Claudio López Lamadrid, director editorial de Random House Mondadori, un hombre no tan impresionantemente guapo como su anterior pareja pero sí culto, simpático e interesante.
Todos ellos han leído 'La mujer de sombra', una novela sobre el lado oscuro de los seres humanos que, además, cuenta con lo más importante: el poder de enganchar asombrosamente, en unos tiempos en los que la gente sólo se engancha y se concentra con el Facebook, el Twitter, el iPhone y el WhatsApp. Y ahí es donde está el problema con el libro: cuando ya no hay remedio y uno no puede soltarlo, pues comprende que quizás mejor hubiera sido no comprarlo nunca, no tenerlo entre las manos.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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