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viernes, agosto 21, 2009

LOBBY; ¿Qué género de violencia? El negocio de la industria feminazi

Olga Hernández
Escritora


¿Qué género de violencia?


Aquí, en Matrix, no creo en la violencia de género. Cuando digo esto de viva voz, no hace falta que me esfuerce por ir más allá pues casi nunca me dejan explicar el por qué.

Conozco muchas víctimas, muchísimas. Sobre todo son mujeres. Pero también hay muchos niños, muchos ancianos y algunos hombres, los suficientes para que Cristina Almeida pueda hacer un chiste. Seguramente un pediatra conocerá un porcentaje mayor de niños y un geriatra, mayor de ancianos. Lo que es impepinable es que para atacar un problema, incluso simplemente para sugerir una hipótesis con la que ponerse manos a la obra, hay que saber de qué se está hablando. Los profesionales que podrían ayudar prefieren no involucrarse por miedo a que alguien les golpee en la cabeza con la teoría oficial: asistentes sociales, maestros, geriatras, pediatras, jueces, abogados, etc.

La situación es peor de lo que parece, que ya es decir.

Mueren hombres, mujeres, ancianos y niños paradojicamente a manos de quienes deberían cuidarles y defenderles. Mueren en un lugar al que llamamos hogar y donde una quiere pensar que, del tranco para adentro, no hay enemigos. Para dorarles la píldora a las/los defensoras/es de las teorías de género -que no para ayudar a las mujeres- se ha constituido un tipo penal privilegiado que contempla exclusivamente el caso en que un hombre ataca a una mujer obviando a los demás sujetos victimizables que suelen habitar en un hogar. Sólo construimos un tipo porque sólo habíamos previsto un nombre -violencia machista- y así las violencias expósitas y anónimas permanecen huerfanas de atención y de justicia en tanto que las que tienen nombre no se frenan. ¿Cómo hay que denominar al doble parricidio de Burgos? ¿Violencia feminista? El planteamiento en sí mismo es aberrante.

Las Aído de este mundo van, como Caperucita Roja, por una senda que no conocen, eligiendo las florecillas que les gustan y que se adaptan a su prototipo de ramito campestre. A ambos lados de la senda hay una muerte y un dolor que no sirven ni para que Caperucita reconsidere su irresponsable deambular por el bosque, ni para que aprenda algo sobre ecología. Y más muertes, y más dolor.

De paso que hemos sido injustos hasta lo imperdonable ignorando a una parte de las víctimas, hemos mandado a la porra la preciosa ayuda que podía prestar la mitad de la población - los hombres- a la hora de garantizar la seguridad de las personas que están en situación de riesgo. Es de temer que los sujetos del género criminal, sospechosos de cometer en cualquier momento un crimen infecto por el mero hecho de su condición sexual, no se sientan con la moral necesaria para arriesgarse a pasar por la situación de un héroe como Jesús Neira. De esta forma, las víctimas a quienes les ha correspondido el regalo de nuestra atención ahora están más inseguras.

Pero da igual, seguimos insistiendo en teorías cuya solvencia se esfuma con un mero vistazo a la historia reciente. Si algo tenía el franquismo eran dos modelos muy claritos: el del rol masculino y el del rol femenino. ¿Por qué la educación en estereotipos de género no daba lugar a esta violencia desatada? Los que hayan contestado que sí -que daba lugar a cosas peores pero no nos enterábamos porque no había libertad de expresión- expliquen por qué, entonces, estamos tan asustados como si lo que ocurre ahora constituyese una espeluznante novedad.

Menos mal que aún nos queda la prevención. Ya saben, los colegios, EpC. Llevo años preguntándome por qué los derechos fundamentales quedan en suspenso cuando eres un niño y estás en el colegio. La figura que encarnaba la autoridad, el maestro, hace tiempo que ha sido neutralizada y no puede -porque ya nos hemos encargado de que eso sea así- proteger a los débiles de los fuertes. Gracias a EpC, si inoculamos la dosis necesaria de ideología de género, tal vez logremos que el bosque se acabe pareciendo a nuestro ramito. Entonces lo podremos guardar en nuestro cestito y ponerlo en nuestro jarroncito al llegar a casa.

Aquí, en Matrix, conozco bien el drama de las víctimas de violencia en el hogar pero casi nunca puedo explicarlo en voz alta porque no encaja en la verdad oficial.
 
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Fuente:BURBUJA
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
 
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