Esposa del empresario venezolano Gustavo Cisneros, es una de las personas más influyentes del mundo del arte. Ayer estuvo en Madrid, donde habló de su colección, privada pero de vocación pública
Ha viajado a Madrid, donde ayer pronunció una conferencia en Caixa Forum, invitada por la Fundación Arte y Mecenazgo, impulsada por la Obra Social «la Caixa». Junto con su marido cre en los setenta la Fundación Cisneros —que preside hoy su hija Adriana—. Parte de ella es la colección Patricia Phelps de Cisneros, privada pero con vocación pública. Pocas colecciones tienen una función tan marcadamente educativa. «Mi marido y yo siempre hemos pensado que es a través de la educación como queríamos colaborar para que Latinoamérica salga de los perfiles de pobreza que ha tenido».
Comenzó a coleccionar hace 30 años. Pero recuerda que no fue algo pensado: «Cuando nos dimos cuenta de que habíamos amasado obras importantes comprendimos que teníamos una responsabilidad. Siempre nos hemos sentido custodios de estas obras y nuestra obligación es cuidarlas. De ahí la vocación pública de la colección. Coleccionar es divertido, pero lo importante es archivar la colección, estudiarla y darla a conocer». Su deseo, que «el coleccionismo sea una acción social». La suya es una colección de colecciones. Agrupa arte moderno, contemporáneo, de artistas viajeros, colonial y Orinoco. De esta última se siente muy satisfecha: «Fueron treinta años de expediciones por el Amazonas, visitando las comunidades indígenas, con un profundo respeto hacia su cultura. Los admiro muchísimo. Esa colección hoy tiene más de 1.400 piezas. Lleva diez años viajando por Europa y la han visto ya más de siete millones de personas».
¿Nunca tuvo la tentación de crear un museo? «No, porque creemos que podemos ser más útiles de esta manera. Hoy tenemos 700 piezas viajando por el mundo. Además, no quiero quitarle mérito al museo de mi comunidad. Y tener un museo particular es echarle una buena broma a tus herederos (bromea)». Elude hablar de política, pero sí comenta que «Venezuela está pasando por un momento díficil. Pese a ello, hay un movimiento artístico bastante fértil en el país». Hay tres personas con las que dice estar en deuda: «Mi marido, que me apoya tanto y me ha dado una visión universal, no nacionalista, para la colección; mi bisabuelo, un gran ornitólogo y coleccionista, que me enseñó el rigor y lo importante de conservar y cuidar; y Sofía Imbert (fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas), mi mentora, que me abrió los ojos al arte».
El arte latinoamericano tiene muchísimo que agradecerle a Patricia Phelps de Cisneros. Gracias a su labor en tribunas como el MoMA y la Tate, estos museos cuentan con comités especializados, consejos de adquisiciones para América Latina... «Estamos muy orgullosos de nuestra herencia cultural iberoamericana. Ha sido una pasión. Nuestra meta: que el resto del mundo nos conozca y reconozca por la grandeza que somos. Todo lo que podamos hacer para tender esos puentes y empujar por nuestra cultura lo hacemos con gusto porque creemos en ella». ¿No falta aún mucho por hacer? «Lo importante es que ahora el arte latinoamericano está en la conciencia del colectivo. Mi esposo y yo pensamos que la próxima década será la de Latinoamérica. En todo». Pero quedan estereotipos... «Sí, pero se están rompiendo. Había una idea de que el arte latinoamericano tenía que ser la mujer sufrida, con muchos colores... a lo Frida Kahlo. Hoy ha cambiado».
Saludos
Rodrigo González Fernández
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