Marcela Cubillos
Uno de los momentos estelares del circo es la pelea de los payasos. Hay gritos y empujones, pero es sólo un truco: golpean al aire mientras hacen sonar sus manos, aparentando bofetadas.
La disputa entre el ministro Andrés Velasco y el senador Guido Girardi tiene esas mismas características. Parece real, pero es parte del espectáculo. No hay golpes de verdad, sólo ruido. Nadie está dispuesto a retirarse del circo. Terminará la rutina, y seguirán tan aliados como siempre.
Los mismos que hoy aparecen distanciados gobernaron juntos durante 20 años, y, ¡qué duda cabe!, si tienen la posibilidad, compartirían de nuevo el ejercicio del poder. Y no es un pronóstico, sino una comprobación: en 2011, cuando estaba en juego el poder en la Cámara Alta, Girardi fue elegido presidente del Senado con los votos de toda la Concertación.
Ubicar en el parlamentario y en su lista de nombres para cargos públicos el epicentro de las malas prácticas de la Concertación es simplemente minimizar lo que fue un verdadero patrón de conducta. En el gobierno del cual Velasco fue ministro hubo episodios bastante más graves que ese supuesto chantaje y que, al parecer, no le generaron ninguna incomodidad. Ni ayer ni hoy.
Se designó a cargo de Chiledeportes a una persona que falseó sus antecedentes profesionales. El país se enteró de que las becas Presidente de la República habían beneficiado desde 1990 a numerosos integrantes de lo que en su momento Patricio Navia llamó "la gran familia concertacionista". Ante la investigación de la Cámara de Diputados que denunció la utilización de planes de empleo con fines electorales, un diputado de la DC admitió que el ministro del Interior de la época le había pedido negar los hechos para mantener "cierta convivencia" dentro de la Concertación. En 2007 se conoció la escandalosa gestión de EFE. En febrero de 2008, la ex Presidenta Bachelet inauguró un nuevo hospital en Curepto. A los pocos meses se comprobó que camas y enfermos habían sido de utilería.
El Transantiago fue también ejemplo de malas prácticas. Se enfrentó el instinto de la ex Presidenta, los reparos del ex ministro del Interior y el entusiasmo académico del ex ministro de Hacienda. Resultado: ganó este último, y el plan se implementó y trajo el desastre que persigue hasta hoy al transporte público.
El problema de los gobiernos de la Concertación no fue un episodio aislado de clientelismo: fue un modelo de gestión que, a medida que pasaban los años, derivó en ineficiencia, despilfarro de recursos públicos y corrupción. Sin embargo, a Velasco no le impactó: lo toleró cómodamente desde su sillón ministerial y lo ampara hasta hoy con su silencio.
Pero la Concertación sí ha tenido líderes que oportunamente y con coraje han intentado corregir un camino que ellos veían equivocado. Lo hizo Patricio Aylwin cuando instaba a la coalición a cambiar su forma de hacer política y recuperar "proyectos y visiones de futuro", y lo hizo también Gabriel Valdés cuando habló incluso de que su partido de toda la vida se estaba pareciendo a la "Cosa Nostra", por el interés en los cargos más que en los ideales.
La mayor paradoja, sin embargo, es que el principal empeño de Velasco es participar en la primaria de una alianza política cuyas prácticas dice haber empezado hoy a detestar. No sólo eso. Pretende ser el abanderado de una coalición que Girardi seguirá integrando como figura principal, líder indiscutido del PPD y candidato a senador por Santiago. Claro como el agua: apenas se desvanezca la trifulca, seguirán abrazados para intentar alcanzar una próxima función.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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