El discutido 'derrière' de la princesa
La mujer de un embajador extranjero me preguntó, en el transcurso de un almuerzo esta semana, si la Princesa de Asturias se había puesto implantes en el derrière para tenerlo más redondito.
La pregunta me pareció una impertinencia de gran calibre. Es como si yo le preguntase a un francés por qué Valerie Trierweiler tiene la sonrisa tan forzada o por qué no adelgazan algunas de las rollizas sobrinas del Conde de París.
Se refería a la célebre fotografía de la subida de la escalera del Palacio de la Zarzuela de doña Letizia y Carla Bruni Sarkozy, embutida una en un socorrido vestido de Felipe Varela, la otra ?creo- en uno de Dior, en la que se apreció sus maravillosos traseros. Comentábamos el otro día que esa subida de la escalera va camino de hacerse tan famosa como la de Cary Grant con el vaso de leche iluminado en Suspicion.
Nadie ignora que nuestra Princesa es adicta a la cirugía cosmética, pero no es justo que por una rinoplastia, más algunos de esos retoques que los portugueses llaman refrescadinhas, le acusen de haberse esculpido el trasero como si fuese una vedette del Bataclan. En honor de la verdad, mucha de la culpa la tiene ella por esa manía de llevar siempre la ropa tan ceñida.Sobre todo el tórax. En una foto que acabo de ver esta mañana, lleva una de esas espantosas rebecas rosas que tanto le gustan, dos tallas más pequeñas que la suya, en la que parece Dolly Parton a punto de dar un recital de country & western.
Doña Letizia me recuerda a Luisa Casati, una de las heroínas de Luisa y los espejos, la novela de Marta Robles que acaba de ganar el Premio Fernando Lara. Casati quería ser una obra de arte y parece que nuestra Princesa también. Y por qué no: ¿qué hay de malo en que la mujer del próximo Jefe de Estado quiera ser una belleza eternamente joven? Es mejor tener una primera dama espectacular que una fea y prematuramente vieja. Y si ya se parece poco a la periodista que no dejaba que su novio la interrumpiese, da igual. No solo será una obra de arte si no un espectáculo siempre cambiante con el que no nos aburriremos nunca.
Nadie puede negarse al ver esas fotografías suyas haciendo le bonheur con el Príncipe en la Sierra de Guadarrama, que jamás ha estado tan guapa que con ese pantalón estrecho y esa camisa no ceñida por una vez, que no le marcaba el pecho. Quizá se imponga un corte de pelo más elegante ya que, si sigue así, la melena pronto le llegará a la cintura como la emperatriz Elizabeth de Austria, Sissi 'to you'. Pero tengo la teoría de que un día aparecerá por sorpresa con el pelo corto para que la prensa del corazón ajeno, tanto la rosa que la adora como la agria que la abomina, puedan tener tema para rato.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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