Lunes 02 de Noviembre de 2009
¿Quién pide más Estado?
Ignacio Irarrázaval
Director Centro de Políticas Públicas UC
El dilema de más o menos Estado se ha instalado con fuerza como uno de los temas de la agenda de discusión en esta campaña presidencial. Sin embargo, lamentablemente este debate respecto del papel y tamaño del Estado se ha estancado en un nivel de superficialidad y lugar común que poco contribuye a una mejoría de nuestro desarrollo económico y democrático.
En primer lugar, porque ni los propios chilenos parecen considerar al Estado, como sí lo fuera alguna vez, el referente salvador de su bienestar. Y pese a los relatos ideológicos que algunos han intentado hacer a partir de la última crisis financiera internacional, el mundo desarrollado comprendió hace rato que el modelo de un "ogro filantrópico" no es viable. Es cosa de ver, por ejemplo, los recientes anuncios del gobierno alemán, tendientes a dar un giro hacia menos paternalismo.
En esta línea, me parece decidor lo que muestra la Encuesta Nacional Bicentenario 2009, en la cual dos tercios de la opinión pública considera que son las personas -y no el Estado- las responsables del bienestar (atribución que es pareja, tanto para el estrato bajo como para el alto). La muestra Bicentenario señala también un predominio de las atribuciones individuales como causas de éxito económico: son la "iniciativa y trabajo duro", junto a la habilidad y el talento personal, los factores que se perciben como los mayores detonantes de la riqueza. Más interesante aún -por la paradoja- resulta que estas percepciones se recogen mientras se desarrolla una fuerte campaña para promocionar una red de seguridad social, con protección "de la cuna a la vejez".
Y la paradoja no es sólo una cuestión de percepción. Si se trata de proteger a los chilenos por la vía de hacer crecer al Estado, existen innumerables ejemplos que derrumban esta promesa y evidencian una peligrosa ineficiencia del Estado: episodios de corrupción, hospitales que literalmente "enferman" a los pacientes, colegios que no consiguen ningún estándar de mejoría en sus estudiantes; inauguraciones de proyectos que se quedan ahí, en el corte de cinta; fondos y programas para deportes que nunca llegaron a los deportistas, etcétera.
Poner en evidencia estos nudos y contradicciones no significa desmerecer el significativo papel que el Estado debe ejercer para garantizar los derechos y deberes de las personas, para promover el desarrollo y la búsqueda del bien común. Sólo que esta promesa debe levantarse sobre argumentos menos populistas y más técnicos, como ha sido la propuesta del Consorcio de Reforma del Estado, elaborada por ocho centros de pensamiento de todo el arco político y por tres universidades. Esta manera de enfrentar los problemas refleja que sí es posible construir acuerdos fundamentales sobre cómo modernizar a este actor esencial. Se trata de una propuesta técnica que recoge las mejores experiencias de gestión del extranjero y también incorpora los aprendizajes de la realidad de nuestro país. Aspectos como la definición de un mecanismo para abordar la resolución de problemas intersectoriales, la profesionalización del servicio civil, la separación de funciones en la entrega de servicios, el potenciar a los municipios como estamentos de primera línea y situar a los ciudadanos en el centro de su acción son algunas de las propuestas de este consorcio.
El Estado puede y debe ser un actor fundamental en el desarrollo del país. Pero su tamaño no es lo relevante. Lo que interesa precisar es el alcance de sus funciones y su capacidad para ejercerlas.
El Estado chileno debería ser como un corredor de larga distancia que tiene claras sus metas razonables, y para eso planifica la carrera y dosifica los esfuerzos: mide cada gramo que consume y cada tranco que corre. Sabe que esta carrera de fondo requiere músculo y que mucha grasa sobrante puede ser letal.
CONSULTEN, ESCRIBAN OPINEN LIBREMENTE
Saludos
RODRIGO DONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIMIENTO DE ONU
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