Es muy complejo establecer políticas públicas que mejoren el acceso de las mujeres al mundo laboral, sus oportunidades y sus remuneraciones, y simultáneamente atenuar las dificultades que esa participación laboral les impone a su vida familiar. La biología asociada al embarazo y, más aún, la psiquis femenina asociada al cuidado de la prole, cuyo origen no es cultural, sino biológico-evolutivo, implica una asimetría en las disposiciones conductuales de ambos sexos frente a ese cuidado, con repercusiones en el mundo del trabajo. No basta con promulgar leyes que procuren igualar los roles de ambos géneros frente al cuidado familiar, porque ellas se enfrentan a fuerzas genéticamente codificadas y expresadas en mecanismos hormonales científicamente establecidos, y lo más probable es que no logren los efectos deseados. La literatura registra casos de universidades que, con el objeto de emparejar las carreras de sus académicos, han obligado a compartir el posnatal a hombres y mujeres; el resultado ha sido hombres que primordialmente utilizan ese posnatal para completar sus publicaciones y avanzar en sus carreras, y sólo secundariamente para cuidar a sus bebés, y mujeres que hacen lo contrario, por lo que esa medida no logró revertir la asimetría de base. Y éste, que es el caso en ambientes académicos sofisticados y abiertos a los cambios, puede agravarse en medios menos ilustrados.
De allí que la ministra del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), Carolina Schmidt, haya tenido una aproximación cuidadosa frente a este tema. Consciente de las sensibilidades que él despierta en la ciudadanía, y de que muchas veces las propuestas que se formulan están motivadas por intenciones igualitaristas —expresadas en el lenguaje políticamente correcto imperante— que tienden a ignorar las dificultades mencionadas, se convocó a una comisión asesora, cuya propuesta se acaba de conocer, para que sirva de base al proyecto de ley que el Gobierno ha anunciado que presentará al Congreso.
Los puntos en que se concentró este documento se refieren a la extensión del posnatal y a la obligación para las empresas de proveer de salas cuna cuando tienen más de 20 trabajadoras. En cuanto a lo primero, propone flexibilizar las seis semanas de duración del prenatal, transfiriendo voluntariamente hasta dos semanas del mismo al posnatal. Respecto de este último, plantea mantener las 12 semanas actuales, y agregarle un "posnatal parental" que pueda ser asumido por el padre, flexible y adaptable en cuanto a duración, renunciabilidad y jornada diaria a utilizar. Así se busca minimizar el impacto que la simple extensión del posnatal tenga sobre el empleo femenino y sus remuneraciones —mostrando el grado de madurez con que estos temas fueron debatidos en la comisión.
Ésta recomendó también modificar la ley actual, que grava a las empresas con la provisión del servicio de sala cuna para las mujeres con hijos que la requieran, y transformarlo en un subsidio que entregue el Estado. De esa forma se eliminaría la discriminación que enfrentan las mujeres que tienen trabajos temporales o en empresas pequeñas, que por su tamaño no alcanzan al número mínimo de 20 trabajadoras, pero también se eliminaría el costo que la sala cuna representa para las empresas —proporcionalmente mucho más gravoso para las más pequeñas—, mejorando las oportunidades de empleo para las mujeres en general.
Sobre la base de estas recomendaciones, el Sernam deberá ahora proponer una legislación que consiga mejorar el empleo femenino, sus oportunidades y remuneraciones, minimizando el efecto que ello pueda tener en la construcción de la familia, y así ayudar a subir el estándar de vida de las mujeres y sus grupos familiares.
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